Extrema derecha moderada
Atrapados en la falacia de la línea recta, los medios no han sabido cómo vérselas con la retirada voxiana de Espinete de los Monteros.
Mi amigo Javier me whatsappea muerto de risa para interesarse por la viabilidad futura del concepto de "extrema derecha moderada". El paso atrás de Iván Espinete de los Monteros ha sembrado los medios de cabriolas semánticas que ayudan a sobrellevar la marea de calor. Mi primera reacción es acordarme del cartel de un comercio que veo desde mi terraza vacacional y que me tiene frito desde el primer día. "Mini supermercado". A ver, "mini" y "super" se neutralizan mutuamente. Un minisupermercado es un mercado a secas. Mi hija se despide de mí con "un besín muy grande". Lo hace adrede para fastidiarme y oírme refunfuñar que un besín muy grande es un beso tamaño normal. Mini supermercado. Besín muy grande. Extrema derecha moderada. Vamos por partes, Javi.
La falacia fundamental que vemos a diario en todos los análisis políticos es la que da por obvio que los partidos pueden ordenarse adecuadamente colocándolos a lo largo de una línea recta que va de derecha a izquierda. Politica more geometrico demonstrata. Se presupone así que las opciones políticas son unidimensionales, y que cada punto en esa línea es un sistema internamente coherente. Según tengamos una u otra opinión acerca de la amnistía a Puigdemont, así juzgaremos como justas o injustas unas u otras políticas fiscales, opinaremos qué hay que hacer con Doñana -que también estoy viendo ahora desde mi terraza- y defenderemos que un varón que se vea como mujer ha de cumplir o no sus condenas en una cárcel de mujeres.
Atrapados en la falacia de la línea recta, los medios no han sabido cómo vérselas con la retirada voxiana de Espinete de los Monteros. Claro, si la política es unidimensional, entonces una ruptura en Vox necesariamente implicaría que una parte es menos extrema que otra, lo que aboca a la melancolía a los que creen que el extremismo es a Vox lo que el reggaetton es a Bad Bunny. Y, además, ¿quién está más a la derecha? ¿El falangista partidario de que en Semana Santa sea obligatoria la mantilla, la música sacra en TVE y se prohíba la venta de anticonceptivos? ¿O el anarcocapitalista defensor de privatizar hasta el aire, eliminar cualquier legislación laboral, y defender que se puedan comprar y vender en el mercado bebés, esclavos, mujeres y órganos, siempre en nombre de la libertad?
Y en esa línea recta ¿dónde está Page? ¿Dónde el partido fundado por el fascista Sabino Arana, cuyo lema sigue siendo "Dios y ley vieja", y cuyo apoyo todos cortejan? ¿Dónde Mohamed VI y sus cortesanos? Seguro que mi amigo Javier conoce "Flatland", la novela de Edwin Abbott que describe un mundo en dos dimensiones y el estupor de sus habitantes ante la llegada de un ser tridimensional. Está en varios sitios a la vez. Cambia de forma de forma incomprensible. Lo intentan rodear, pero se escapa ¡por arriba! en un mundo sin arriba ni abajo. No entienden nada. Espinete se retira y todos disimulan un pánico ontológico. Comen la sopa de la política con un tenedor, pero la sopa cae hacia abajo y les mancha los pantalones en un mundo que para ellos sólo tiene izquierda y derecha.