¿Cuánto tiempo más podremos tolerar este abandono?
"La guerra en Sudán sigue atormentándonos, desgarrando familias. Quienes huyen comparten las mismas historias de pérdida e incertidumbre. Ya no hay esperanza de que algún día tengamos paz".
Soy el doctor Mohamed Bashir, excoordinador médico adjunto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Sudán. En febrero, escribí una reflexión titulada Las manos sanadoras de Sudán, en la que compartía mi experiencia de primera mano de la guerra civil, no solo como médico humanitario, sino como sudanés.
Ahora trabajo como miembro del personal internacional destinado en Sudán del Sur, al otro lado de la frontera con mi país. Aunque estoy físicamente lejos, los efectos de la guerra están siempre presentes. Cada actualización o noticia me arrastra de vuelta a Sudán y comparo los titulares de las noticias mundiales con la devastación de la que oigo hablar a mis familiares y allegados todavía en el país.
Aquí, en el condado de Twic, en Sudán del Sur, muchos de nuestros pacientes son sudsudaneses retornados que se han visto obligados a desplazarse dos veces en aproximadamente una década. Huyeron de Sudán del Sur a Sudán y ahora han tenido que huir de Sudán de nuevo a Sudán del Sur. Junto a ellos, miles de sudaneses también han cruzado a Sudán del Sur desde que estalló la guerra en abril de 2023, dispersos en comunidades de acogida o hacinados en campos de refugiados.
Esta guerra sigue atormentándonos, desgarrando familias. Quienes huyen de Sudán comparten las mismas historias de pérdida e incertidumbre. Ya no hay esperanza de que algún día tengamos paz. Las fronteras internas y las líneas del frente controladas por las partes beligerantes han partido en dos una nación en la que se pierden vidas, se destruyen hogares y se aniquilan los medios de subsistencia.
En cuanto a la gente, nosotros, nos hemos quedado solos.
Conozco demasiado bien este dolor. Mi familia escapó de Jartum, entre los millones de desplazados, no una sino varias veces en solo 18 meses. Lo dejaron todo atrás, sin un camino claro hacia la supervivencia. Todavía hoy seguimos sin saber el paradero de un pariente mío, un civil sacado de su casa por una de las partes beligerantes hace más de diez meses. No tenemos noticias suyas, ni información sobre su estado de salud o si será liberado algún día.
Incluso para los que escapan de la violencia o se reúnen tras la separación, surgen nuevos retos -inundaciones, brotes de enfermedades- a los que no puede hacer frente un sistema sanitario colapsado. La mayoría de los hospitales están destruidos. Los que siguen funcionando están abandonados sin medicamentos, personal ni recursos. Se trata de una privación deliberada, una táctica cruel de guerra. Sobreviviendo con lo mínimo, la gente espera un milagro o la muerte.
A pesar de todo, estoy aquí para compartir nuestra resistencia. Como trabajadores humanitarios -médicos, logistas y enfermeros- hacemos todo lo que podemos para ayudar a los necesitados. Cada pequeño acto importa. Cada esfuerzo cuenta.
Esto es exactamente lo que he estado haciendo durante los últimos meses en Twic como referente médico del proyecto de MSF en el hospital del condado de Mayen Abun. La zona ya estaba desbordada por las necesidades humanitarias, tras haber sido testigo del desplazamiento interno de miles de sudsudaneses desarraigados por la violencia intercomunitaria en Agok en 2022. Es un lugar donde el sistema sanitario se ha colapsado, lastrado por la malaria, la hepatitis E y la desnutrición.
El trabajo aquí proporciona una ventana a otra dimensión de la guerra de mi país. Veo de primera mano las terribles condiciones a las que se enfrentan quienes se vieron obligados a huir de Sudán. Lo que me asombra aún más es lo ignorada que sigue estando esta crisis: no hay conciencia sobre la realidad de desplazamientos de sudaneses a Sudán del Sur, Chad y otros países, a pesar de las abrumadoras necesidades de las familias que buscan refugio.
Vivimos en una época de crisis crecientes, tanto naturales como provocadas por el hombre. Las víctimas de las guerras actuales, en diferentes lugares y contextos, son casi demasiado trágicas para comprenderlas. En medio de todo esto, ruego al mundo: "no dejéis que Sudán se escape de vuestra atención". A veces, parece como si a nadie le importara, como si Sudán hubiera sido deliberadamente eliminado de la agenda pública por los responsables de la toma de decisiones a nivel mundial, eclipsados por otras crisis.
¿Cuánto tiempo más podremos tolerar este abandono?