COVID-19: Cinco años después

COVID-19: Cinco años después

"En un tiempo tenebroso en el que el debate sobre la seguridad en Europa cobra protagonismo, es el momento de que el continente asuma un liderazgo claro en el impulso de la ciencia y la salud global".

Cartel en apoyo de los sanitarios durante la pandemia del covid-19 en MadridNurPhoto via Getty Images

A cinco años del inicio de la pandemia, la gran pregunta sigue en el aire, como un elefante en la habitación: ¿hemos aprendido las lecciones que nos dejó? La respuesta no es única, como tampoco lo fueron los desafíos que la COVID-19 puso sobre la mesa. Se ha avanzado mucho y aún queda mucho por hacer; ambas cosas son ciertas. Como en la metáfora del vaso, puede verse medio lleno o medio vacío.

Hay razones para verlo medio vacío. En el plano internacional, Estados Unidos ha abandonado la OMS, el organismo que desempeña un papel fundamental en la coordinación de las respuestas a las epidemias. En España, nuestro Sistema Nacional de Salud sigue arrastrando, a pesar de su excelencia, algunos déficits estructurales, como la falta de personal o las listas de espera. Y mientras tanto, en la Comunidad Autónoma donde se firmaron los protocolos que marcaron uno de los episodios más dolorosos de la crisis sanitaria, su Gobierno no solo evita reunirse con las familias de las 7291 víctimas, sino que las insulta semana tras semana.

Pero también hay motivos para ver el vaso medio lleno. Por primera vez en dos décadas, España ha recuperado un asiento en la dirección de la OMS, lo que refuerza su liderazgo y su capacidad de influencia en las políticas globales de salud. Ante la crisis estructural de personal sanitario a nivel europeo, España ha aumentado las plazas de nuevos especialistas un 40% respecto a 2018, tras años de estancamiento. En paralelo, España ha establecido una Reserva Estratégica Nacional, equipada con medicamentos esenciales, antivirales, respiradores y vacunas. A su vez, el diálogo con las Comunidades Autónomas, a través del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, es hoy más sólido y constante, permitiéndonos actuar con mayor coordinación y eficacia ante los grandes desafíos sanitarios.

Otro motivo para el optimismo es el avance logrado esta semana en uno de los mandatos más claros que dejó la pandemia: la aprobación en la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados de la Ley de la Agencia Estatal de Salud Pública. Concebida como un organismo de vigilancia y coordinación, será clave para afrontar futuras pandemias, cuya pregunta no es si llegarán, sino cuando.

La futura Agencia busca corregir las deficiencias que quedaron al descubierto durante la crisis sanitaria: la falta de una respuesta coordinada ante emergencias, la fragmentación en la gestión de la salud pública entre administraciones y la necesidad de un sistema de vigilancia epidemiológica más sólido y coordinado. Su creación dotará al país de una estructura capaz de anticiparse a futuras crisis, actuar con rapidez y basar las decisiones en la mejor evidencia científica, evitando así los episodios de descoordinación que marcaron los primeros meses de la COVID-19. En suma, la Agencia es la garantía de estar mejor preparados en el presente para estar más seguros en el futuro.

Hace un lustro, entre los momentos más oscuros, también emergió uno de los hitos más esperanzadores de la historia reciente: la vacuna y el proceso de vacunación. En su momento, representó un alivio global, pero dejó una lección aún más trascendental para el futuro: la investigación médica y científica debe ser blindada como un santuario y puesta al servicio del bien común.

En un tiempo tenebroso en el que el debate sobre la seguridad en Europa cobra protagonismo, es el momento de que el continente asuma un liderazgo claro en el impulso de la ciencia y la salud global. Con el abandono de Estados Unidos de las instituciones internacionales, se abre una oportunidad para que Europa ocupe ese vacío y refuerce su papel como referente en cooperación y respuesta ante crisis globales. Un paso fundamental en esta dirección debe ser el compromiso firme con el Tratado de Pandemias, que permitirá fortalecer la coordinación internacional y garantizar una respuesta más eficaz ante futuras emergencias sanitarias.

Vamos por el buen camino para estar mejor preparados, pero todavía queda mucho por hacer. Conscientes de los desafíos que pueden traer futuras pandemias, es fundamental mantener viva la memoria. Por quienes ya no están, por los profesionales sanitarios que sostuvieron el sistema en los momentos más duros y por todo el personal esencial que mantuvo el país en marcha. Por ellos y por ellas, seguimos trabajando.

Mónica García es ministra de Sanidad

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