Almeida o el silencio de las motosierras

Almeida o el silencio de las motosierras

Hay actuaciones que precisan la tala de algunos ejemplares, pero debería ser la excepción, no la norma que tristemente describe el día a día de Madrid.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en una plantación de árboles.Marta Fernandez Jara/Europa Press via Getty Images

Ya han pasado tres años y medio desde que el alcalde de Madrid dejara atónita a toda una clase de niños y niñas de Primaria: entre el Amazonas y Notre Dame, Almeida salvaría la malograda catedral parisina. Esta respuesta, aparentemente inocente, escondía toda una declaración de intenciones. Y en política a eso se le llama ideología. Si eres capaz de prescindir del pulmón de este planeta cada día más degradado, ¿qué no harás a menor escala si tienes un puesto de responsabilidad?

El pasado sábado la ciudadanía madrileña no salió a la calle únicamente por la tala prevista en Madrid Río. Ha sido la gota que ha colmado el vaso. Un vaso que empezó a llenarse con lo único de lo que no tiene culpa Almeida: la histórica nevada que no solo se cebó con nuestro arbolado, sino que nos hizo comprender el enorme valor que tiene el patrimonio verde de nuestra ciudad.

Desde la oposición no pudimos ser más responsables, evitando críticas respecto a los miles de ejemplares afectados y proponiendo la creación de un organismo que trabajara para evitar que nunca más se produzca una afección tan grande sobre unos árboles, los de Madrid, que sufrían enfermedades, exceso o falta de riego y una mala gestión que, como si de la selección natural de Darwin se tratara, acabó con buena parte de nuestros vecinos vegetales.

El pasado sábado la ciudadanía madrileña no salió a la calle únicamente por la tala prevista en Madrid Río. Ha sido la gota que ha colmado el vaso

Sin embargo, la mano tendida hacia el Ayuntamiento obtuvo como respuesta el mismo hachazo que tantos y tantos árboles han padecido durante estos dos últimos años: olmos, plátanos de sombra, pinos, cedros y un sinfín de especies que han sucumbido a la deriva arboricida de un alcalde incapaz de comprender la importancia de los árboles en una ciudad tan contaminada como Madrid.

No ha existido obra en nuestra ciudad en la que los árboles no se vieran afectados. Y somos conscientes de que hay actuaciones que precisan la tala de algunos ejemplares. Pero debería ser la excepción, no la norma que tristemente describe el día a día de Madrid. Porque los vecinos han visto a este Ayuntamiento asfaltar árboles en la Alameda de Osuna, adoquinarnos en Ponzano y rodearlos de zahorra en Aluche. Han visto a Almeida afirmar que ya hay más árboles que antes del paso de Filomena mientras se les secaban los 90.000 árboles plantados en la periferia por olvidar algo tan básico como que los arbolitos necesitan riego en verano. Han visto miles de alcorques vacíos sellados por unos adoquines que nunca darán sombra. Han visto arboledas arrasadas como la de la Plaza de la Cornisa sin contar con permisos para una tala masiva. Han visto, en definitiva, que Madrid seguía perdiendo árboles precisamente cuando tocaba un esfuerzo para recuperarlos.

Por eso, al comprobar que el Ayuntamiento autorizaba reubicar la nueva estación de Metro en medio de un parque simplemente para evitar afecciones de tráfico a una calle, han dicho “basta”. Porque quienes toman decisiones, entre el gris y el verde han vuelto a quedarse con el verde. Y eso no refleja el sentir de una ciudad que espera ansiosa a que llegue mayo para que callen las motosierras y florezca la primavera en Madrid. Porque hasta los niños saben que para que haya Notre Dames tenemos que preservar el Amazonas

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