'Del Revés': una hermosa exaltación del orden (patriarcal)
El mensaje de las películas Disney ha sido siempre conservador, y especialmente reaccionario desde una perspectiva de género. La incorporación de Pixar ha dado lugar a algunas de las obras más bellas del cine de animación, pero la ideología ha permanecido prácticamente intacta.
Siempre el mensaje transmitido por las películas de la factoría Disney ha sido tremendamente conservador, y especialmente reaccionario si las analizamos desde una perspectiva de género. La incorporación de Pixar en los últimos años ha dado lugar a algunas de las obras más bellas del cine de animación de todos los tiempos, pero la ideología ha permanecido prácticamente intacta.
La última producción de John Lasseter para la compañía no es una excepción. Inside out, traducida entre nosotros como Del revés, vuelve a ser una bellísima película, en la que los guionistas han tejido una hábil historia sobre el funcionamiento de las emociones y en la que brillantez formal del producto nos deja deslumbrados, aún a riesgo de que pasemos por alto el mensaje que se nos sigue enviando desde la pantalla.
El viaje al interior de la mente de una preadolescente, bajo una apariencia de rotunda contemporaneidad y con la ayuda inestimable de una impecable factura técnica, se convierte en pretexto, una vez más, para incidir en el que siempre ha sido el mensaje de Disney. Es decir, la exaltación del orden establecido, la defensa de los valores tradicionales y, muy especialmente, de la estructura -económica, política, cultural- que representa la familia.
Del periplo por lo que se supone que es un permanente conflicto entre las emociones de Riley, una niña que entronca con toda la larga tradición de chicas desvalidas de la factoría, por más que nos la sitúen en un contexto aparentemente moderno y despojada de tules, podemos extraer varias conclusiones que nos sitúan en un discurso más rancio que antiguo.
Desde la presunción de que dejarse llevar por las emociones es negativo para la estabilidad del ser humano, a la invisibilidad de cualquier atisbo de "racionalidad" que contrarreste los excesos de lo que sentimos, pasando por unos patrones que inciden en la división de lo masculino frente a lo femenino, Inside out parece hecha más en aquellos años previos a que Betty Friedam se preguntara por "el mal que no tiene nombre" y que tan vulnerables y heridas dejaba a las mujeres.
Sería interesante que Pixar hiciera ahora el experimento de situar como protagonista de la historia a un chico en lugar de la tierna y sensible Riley, y así poder confirmar si Lasseter y compañía entienden que ellas y nosotros nos guiamos de manera distinta ante las complejidades de la vida.
Al revés lo que nos muestra es la peripecia, más o menos sofisticada, de una chica extremadamente "femenina", con emociones descontroladas y que necesita que la salven. De hecho, no falta, aunque sea ciertamente caricaturizado, el novio admirador de la protagonista que acaba convertido en un singular héroe, sin el que fallaría el desenlace de la aventura.
El sistema sexo/género ilustrado insistentemente por las películas de Disney, tal y como se analiza en numerosas monografías, vuelve a brillar en esta producción milimétricamente pensada para el éxito. El dibujo del padre y la madre de Riley se ajusta con precisión pluscuamperfecta al binomio hombre proveedor/mujer cuidadora y, con él, a todos los demás que siguen hoy articulando el patriarcado, incluido el monopolio de la autoridad por un hombre que la detenta en lo público y en lo privado.
Ellas, sin embargo, siguen viviendo para él, no tanto para ellas mismas. De hecho, no sabemos nada sobre el trabajo o profesión de la madre, si es que la tiene, más allá de ser la mantenedora de los vínculos afectivos del trío. Además, se subraya cómo madre e hija deben hacer un esfuerzo -incluso con sonrisas- para que el padre/proveedor se sienta respaldado afectivamente en un momento complicado de su vida laboral.
Es ésta la que, por supuesto, condiciona y determina la de las dos mujeres de la película, las cuales podrían ser perfectas protagonistas de una película americana de los 50, como el padre podría haber sido interpretado por un heroico James Stewart.
La división entre lo masculino y lo femenino se pone además en evidencia en el que constituye uno de los momentos más burdamente machistas de la película: ese en el que vemos cómo se enfrentan las emociones de la madre -todas ellas, por supuesto, femeninas - a las del padre, las cuales parecen sacadas de un manual de cómo responder a la virilidad entendida como un imperativo categórico.
Tampoco hay que olvidar que, por supuesto, el Miedo y el Asco son masculinos, por más que este último se represente con una chica-brócoli, y que la Ira es un irascible varón. No habría estado mal, por ejemplo, jugar a la confusión de sexos y a la disociación masculino/femenino en los conceptos... y en las emociones.
Y, por supuesto, como no podía ser menos en una película Disney, se proclama la familia heteronormativa como el bastión de la felicidad del individuo, o lo que es lo mismo, como sostén del modelo en el que la productora lleva siglos obteniendo dividendos.
Todo lo que supone ruptura con ese orden, libertad contra las fronteras que nos esclavizan, provoca efectos horrorosos, genera confusión y caos, lleva al desmoronamiento de la personalidad de una chica que parece enseñarnos que es bueno controlar las emociones, no dejarse llevar por ellas, y ajustarse siempre a los patrones en que se nos socializa, que no son otros que los de la familia como transacción entre la patria y el patriarcado.
Inside out es pues una lúdica, hermosa y contundente exaltación del orden establecido, y al que sin miedo alguno debemos poner los adjetivos patriarcal y capitalista. Algo que se presagia en el corto que la antecede, Lava, que es toda una glorificación del amor romántico y del poco sentido que tiene la vida sin nuestra "media naranja".
Todo ello al ritmo de una canción que hace subir los niveles de azúcar de cualquier espectador, sea diabético o no. Divertimento sí, brillante sin duda, pero con un tufillo que nos demuestra que para Pixar el tiempo parece seguir moviéndose de acuerdo con el reloj que un día diseñó, y no sabemos si congeló, Walt Disney.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog del autor.