Un SMS mortal
Tres palabras, tan solo tres palabras escritas en un SMS, condenaron a Roger Mbede a vivir una pesadilla que, desgraciadamente, ha llegado a su fin con la muerte de este joven, de tan solo 34 años, en un país, Camerún, en el que ser gay es un delito que se castiga con la cárcel.
Tres palabras, tan solo tres palabras escritas en un SMS, condenaron a Roger Mbede a vivir una pesadilla que, desgraciadamente, ha llegado a su fin con la muerte de este joven, de tan solo 34 años, en un país, Camerún, en el que ser gay es un delito que se castiga con la cárcel. Su sueño de vivir abiertamente su sexualidad en su propia casa o emigrar en busca de una oportunidad de ser feliz en otro país se ha apagado definitivamente tras un larguísimo calvario judicial, más de 16 meses en prisión y una muerte anunciada para quien, además de ser aislado por ser gay, carecía del dinero suficiente para poder costearse la atención médica necesaria para el tratamiento de una hernia.
Roger cometió la osadía de ser valiente, de dar la cara pese a que los gais son repudiados en las calles y vejados en las prisiones. Dio un paso al frente y protagonizó junto a Esther, Pascaline o Marc una campaña del Projet d'Assistance et d'Encadrement des Minorités Homosexuelles (PAEHM), consistente en la difusión de sus testimonios para concienciar a la comunidad internacional sobre la homofobia en un país que se encuentra a poco más de 4.000 kilómetros de España.
Roger Mbede se alió junto a otros homosexuales de Camerún tras haber sido condenado a tres años de cárcel por enviar a otro hombre un SMS con el siguiente texto: "Me gustas mucho". Estuvo entre rejas más de un año. En el vídeo difundido por el proyecto -cuyo enlace figura en este post- reconocía que había sido maltratado en la cárcel y que su propia familia le había dado la espalda cuando reconoció su orientación sexual. "En las emisoras de radio", apuntaba, "han llegado a pedir que me quemen, que cuelguen mis fotos en todas partes".
Pese al dolor y a la rabia de quienes le consideraban un enfermo, confiaba en que hubiese un cambio en su país, aunque también era plenamente consciente de que la única opción que le quedaba era emigrar para no volver a ser encarcelado. Ya no podrá hacerlo. Se despidió para siempre el pasado día 10 de enero tras un final agónico en el que Roger se fue apagando lentamente sin comer ni beber durante sus últimos días de vida en la casa de su familia en el pueblo de Ngoumou, cerca de Yaundé. Ellos, sus propios familiares, lo habían sacado hace un mes del hospital argumentando que "estaba maldito" y que iban tratar de "curar" la que consideraban que era su verdadera enfermedad: la homosexualidad.
Roger nació en un país a cuya tierra se aferró hasta el último minuto de su vida. Pudo haber optado por la huida, pero no lo hizo. Fue valiente y decidió luchar contra la intolerancia desde dentro. Y su mensaje llegó con fuerza a través de las organizaciones internacionales que defienden los derechos de la comunidad LGBT. Él ya no podrá ser testigo del cambio que tanto anhelaba, pero sus palabras ayudaron a otros cameruneses a denunciar públicamente las atrocidades a las que están condenados quienes declaran abiertamente su homosexualidad. El Código Penal incluye a gais y lesbianas junto a los pederastas en su artículo 347.