El desempleo invisible
Estamos ante el drama de una sociedad que le dice a los desempleados de cuarenta y tantos o cincuenta años que ya no son útiles, que no encajan en una economía y un mercado laboral cada vez más cambiante. Una sociedad que idealiza la juventud y desaprovecha la experiencia de estos trabajadores de más edad.
Imagen de la película Los lunes al sol
A raíz de la publicación de las cifras del Fondo de Reserva de las pensiones, surgen muchas cuestiones que explicarían la complejidad de este problema y del mercado de trabajo español. Uno de los primeros temas que asoman es el de la precariedad y las altas cifras de desempleo. Aún recuerdo cuando en la Facultad de Economía nos explicaban que España tenía históricamente una alta tasa de paro debido al "paro estructural". Y yo, desde mi ingenuidad, siempre me preguntaba: ¿pero nadie se ha planteado si eso es solucionable? ¿Y lo han puesto en práctica?
El problema del desempleo español es muy grave. Y aunque en los últimos años se ha puesto el foco en el desempleo juvenil, con tasas vergonzantes y que provocan el drama del exilio juvenil, no se pone igual atención en el desempleo de mayores de 45 años.
El paro de este colectivo en la Comunidad Valenciana en 2015 supuso el 36,7% del total, con un aumento del 2% respecto al año anterior. Además, gran parte de este colectivo sufre el devastador desempleo de larga duración. ¿Qué significa esto? Pues supone muchos riesgos para este grupo de personas y para la sociedad en su conjunto. Por un lado, debemos tener en cuenta que estas personas suelen ser los principales perceptores de rentas en sus respectivas familias. Por ende, aumenta el riesgo de exclusión y pobreza. Además, incide de forma directa en la creación de jubilados pobres por la disminución de sus bases de cotización.
Durante los últimos años, las políticas han introducido el aumento gradual de la edad de jubilación y, consecuentemente, la ampliación de los años cotizados para el cálculo de las pensiones. Se produce la paradoja de que, tradicionalmente, los últimos años de vida laboral eran aquellos en los que se alcanzaban sueldos más altos. Sin embargo, actualmente no es así.
Más allá de los datos macro, estamos ante millones de historias individuales. Ante el drama de una sociedad que le dice a esos desempleados de cuarenta y tantos o cincuenta años que ya no son útiles, que no encajan en una economía y un mercado laboral cada vez más cambiante. Personas que viven con ansiedad cualquier atisbo de pérdida de empleo por las pocas esperanzas de encontrar uno nuevo. La condena de la inactividad y los lunes al sol.
Una sociedad que idealiza la juventud y desaprovecha la experiencia de estos trabajadores de más edad. Ni siquiera se conocen y usan fórmulas como el contrato de relevo que permite realizar este traspaso de conocimientos.
Ha fallado el sistema de formación de empleados y desempleados. Una formación adecuada que realmente les capacite para un entorno laboral y económico dinámico como el actual y un plan específico que ponga en valor su saber hacer. Probablemente nos enfrentamos ante los cambios más importantes del último siglo. No solo la brecha digital será evidente entre el colectivo de mayor edad, sino que la creciente digitalización y automatización de la industria reducirá la necesidad de mano de obra humana.
¿Se puede mantener el Estado del Bienestar con trabajadores cuya vida laboral se acorte a menos de 20 años? ¿Se puede mantener el sistema público de pensiones? Quizá la falta de previsión y soluciones responda a una cuestión ideológica. Quizá responda a la falta de perspectiva. Quizá estemos a tiempo de atajar el problema del desempleo invisible.
Este post fue publicado originalmente en el blog de la autora