Mientras Europa entera se tuesta a fuego lento, la troika ha conseguido poner al Ejecutivo de Alexis Tsipras entre la espada y la pared. Grecia se incorporó en mala hora a una "Unión" Europea bastante disfuncional a nivel monetario, confusa, indescifrable y dominada por la banca.
Las empresas demoscópicas realizan encuestas y las preguntas llevan implícito el concepto del miedo a un nuevo Reich, ahora apoyado en la hegemonía económica: la gente está al lado de Grecia en términos de justicia, ven a los griegos como las víctimas. Pero, cuando les preguntas a quién quieren parecerse, eligen a los alemanes. Mejor ser ganador y poderoso. Los europeos quieren ser como los ricos, respetados, y permitirse la piedad para con las víctimas.
El plan es políticamente tóxico porque el fondo, aun domiciliado en Grecia, será administrado en realidad por la troika. No tenía por qué ser así. En un punto de inflexión de la historia europea, nuestra innovadora propuesta alternativa fue tirada a la papelera.
Han pasado más de quince días desde que Penélope Tyraki votó no con las dos manos en el referéndum convocado por Tsipras, tal y como se había jurado a sí misma, a sus diez hijos y a sus 17 nietos. Ha soportado los 22 días de corralito sin una queja, porque a una niña que sobrevivió al encierro en una iglesia de Creta donde los nazis les iban a quemar no se la doblega.
Para nosotros todavía prevalecen la preocupación y la decepción. No se vislumbra ninguna solución para la pobreza de Grecia. La fallida austeridad se impondrá una vez más a todas las razones económicas. Las inversiones que necesita urgentemente deberán ser financiadas mediante privatizaciones.
Si mañana Schäuble o Merkel le pidieran que bailase el sirtaki como si fuese Zorba el Griego, Mariano Rajoy lo haría sin rechistar. A mandar. No importa que no hable idiomas, le basta con hacer copy paste. De nada sirve que el FMI insista en la necesidad de una quita de la deuda griega.