El ERE le había tocado a otros compañeros, por tocapelotas, pero no a ellos, siempre fieles. Ellos se quedaron dentro de la casa, a cubierto, a buen recaudo. Pero de pronto, ¡zas! Ese Consell al que obedecían en sus informativos los dejaba, también a ellos, fuera de la paz de un trabajo seguro y bien remunerado.