El cierre de Canal 9, en tres actos
El ERE le había tocado a otros compañeros, por tocapelotas, pero no a ellos, siempre fieles. Ellos se quedaron dentro de la casa, a cubierto, a buen recaudo. Pero de pronto, ¡zas! Ese Consell al que obedecían en sus informativos los dejaba, también a ellos, fuera de la paz de un trabajo seguro y bien remunerado.
Sé que esta visión particular no le va a gustar a casi nadie. Pero... allá voy:
Primer acto
Rosa Vidal, la directora general de RTVV, se dirigía ayer a una reunión con el presidente de la Generalitat valenciana, Alberto Fabra, para hablar de lo que había sido la noticia del día y que evidentemente le tocaba de cerca: la sentencia que declaraba nulo el ERE (claramente nefasto, claramente arbitrario) llevado a cabo en la cadena pública durante este año. Minutos antes de entrar en el despacho de Fabra consultó su tableta y se quedó perpleja: el Consell había decidido cerrar Canal 9. El Gobierno valenciano no estaba dispuesto a acatar la sentencia y declaraba su intención de cerrar ese chiringuito que le dio buenos réditos en su momento pero que ahora, con un 3% de audiencia, ha dejado de serle útil. Nadie la había llamado, a ella, la principal responsable de la cadena, para comunicarle la decisión. Se lo merendó en la prensa. Un clásico.
Segundo acto
Horas antes, en el Palau de la Generalitat, un inane Alberto Fabra rodeado de sus más estrechos colaboradores (que, por cierto, consintieron los despropósitos del ERE que la justicia tumbó ayer), desbordados y sofocados, hacían sumas y debían tener esta conversación:
- Montoro no nos va a dar el dinero para mantener esa tele tal y como estaba, así que hay que chapar.
- Ojo, no es tan fácil legalmente.
- Pues cambiamos la ley.
- También podemos sentarnos a negociar, hay otras posibilidades.
- Eso ni se contempla. Con lo jodidos que estamos...
- Cerramos pues, no se hable más.
Salieron de la sala de reuniones y cada uno se fue a lo suyo.
Horas después llegaba una Rosa Vidal, bastante airada, pidiendo explicaciones. Nadie hasta ese momento había pensado en ella.
Tercer acto
En Canal 9 los trabajadores (los poco más de 400 que quedaron tras aplicarse el ERE) leyeron la noticia en internet y muchos de ellos entraron en barrena. Ahí sí se acojonaron. El ERE le había tocado a otros compañeros, por tocapelotas, pero no a ellos, siempre fieles. Ellos se quedaron dentro de la casa, a cubierto, a buen recaudo. Pero de pronto, zas. Ese Consell al que obedecían en sus informativos los dejaba, también a ellos, fuera de la paz de un trabajo seguro y bien remunerado.
En la foto que aparece hoy en la portada impresa de El País (aquí arriba) salen MUCHOS de esos profesionales de la cadena que NUNCA antes se habían movilizado para protestar por manipulación informativa o tropelías varias. Todo lo contrario, durante años, CONTRIBUYERON precisamente a consolidar el modelo que ahora, oh fatalidad, también los va a dejar a ellos en la puta calle. NUNCA dijeron nada sobre las omisiones informativas flagrantes y clamorosas. NUNCA se escandalizaron de los abusos sexuales de Vicente Sanz, nunca dieron la cara por las tres periodistas de la casa que lo denunciaron. Por supuesto NUNCA salieron a la calle para mostrar su solidaridad con los 1.200 afectados por el ERE cuando esto se produjo. Se comieron TODO lo que había que comerse, acataron órdenes intolerables, fueron esbirros, cenutrios, pelotas, periodistas sin alma y sin criterio. Mercenarios.
Tomaron partido ayer cuando vieron que su culo ya no iba a seguir sentándose en la silla en la que se quedaron, no por méritos propios, sino por asuntos turbios y arbitrarios.
Tenía que contarlo.