Resulta incomprensible que semejante linchamiento colectivo hacia un animal que experimentará miedo, ansiedad y sufrimiento físico, siga reuniendo a los vecinos de Tordesillas para darle, entre todos, una muerte atroz como si de un acto festivo se tratara.
Llama la atención que, ¡por fin!, alguien se cargue de un plumazo el sensiblero argumento de "la tortura no es cultura" al que se han agarrado insistentemente los antitaurinos catalanes para elevar la cuestión a su Parlamento. ¿De dónde viene el equívoco?