surrealismo

Buñuel, Lang o Eisenstein se convirtieron en pioneros de una forma de entender la imagen que se recupera cada cierto tiempo para intentar mantener el arte en una industria que parece despreciarlo. El testigo lo recogieron después Kubrick o Herzog, y ahora Iñárritu, Wes Anderson o Ben Wheatley, director de High Rise, en la que ha empleado todo el imaginario del cine surrealista y simbólico.

Pensaba Miró que cada mota de polvo contenía el alma de alguna cosa maravillosa y, guiado por ese panteísmo militante y tenaz, se prohibió cualquier desperdicio. Siempre se dejó llevar por el magnetismo de los objetos, pero no el de las piezas sofisticadas, pulidas y caras, sino el de las cosas sencillas que veía a su alrededor.

Bajo la imagen histriónica, muchas veces ridícula, que mostraba Salvador Dalí en público, se escondía uno de los pintores con más talento del siglo XX. Hoy hace 27 años que murió el pintor, (a pesar de que "públicamente" declaraba su inmortalidad) y su vida está plagada de tantas anécdotas sorprendentes que han eclipsado su genialidad artística.

Se tiene que haber amado mucho, o al menos haber vivido consciente y libremente ese amor, para entender, comprender y representar esta obra encima de un escenario. Y, también, para disfrutarla desde la butaca. En caso contrario, hay que olvidarse de entenderla, y asistir al bello fenómeno cultural de un Lorca producido por el Teatro de la Abadía y el Teatre Nacional de Catalunya.