Que la música se pueda distribuir sin autorización mediante la piratería no democratiza nada: por el contrario, la pérdida económica que causa sobre todo a las multinacionales es la causa directa de su involución creativa, además de propiciar modelos clandestinos de negocio que incluyen la siniestra explotación laboral de los manteros.
Los artistas que están comenzando a desconfiar de Spotify se aseguran de dirigir sus críticas contra la plataforma sueca, pero eluden cuestionar el modelo del streaming en su conjunto, y mantienen intactas sus relaciones comerciales con Apple, que pretende insertar iTunes a través del servicio Beats Music.
El poder comunicativo del cine y su explotación industrial internacional oculta en ocasiones la realidad del inmenso trabajo colectivo que hay en cada película: un simple cortometraje puede ser una de las obras más complejas, con lo que un blockbuster alcanza dimensiones faraónicas.
Napster resucita. Lo hace como marca comercial de Rhapsody y transformada en canal de streaming online, orientado esencialmente a dispositivos de telefonía móvil y diseñado como competidor directo de Spotify. Ofrece hasta 20 millones de canciones.
El negocio ya ha cambiado, el cambio es irreversible y se ha asentado sin que a las industrias culturales convencionales les quepa la menor posibilidad de reacción. En el futuro, tal vez veamos a Apple intentando desembarcar en el negocio del streaming, o asistamos a la fusión de otros competidores.
En muchas ocasiones creamos palabras o retomamos otras que ya existen para dotarlas de un nuevo significado que se ajuste más a la realidad que queremos representar. Desde el punto de vista del idioma, lo interesante en estos casos es analizar la estructura del término, ver qué matices semánticos aporta frente a otros similares y observar qué uso hacen de él los hablantes.