Buñuel, Lang o Eisenstein se convirtieron en pioneros de una forma de entender la imagen que se recupera cada cierto tiempo para intentar mantener el arte en una industria que parece despreciarlo. El testigo lo recogieron después Kubrick o Herzog, y ahora Iñárritu, Wes Anderson o Ben Wheatley, director de High Rise, en la que ha empleado todo el imaginario del cine surrealista y simbólico.
Basado en una novela de suspense absolutamente seria Kubrick y sus guionistas la convirtieron en una rigurosa y demoledora comedia de pesadilla, una pavorosa fantasía, una farsa estridente y sobrecogedora en la que el sarcasmo oficia la necesaria catarsis para librarnos del miedo y de la ira.