Que el cine primero, y la música después, subrayen la necesidad de recobrar la identidad adulta resulta a todas luces trascendental. No hablamos de añorar envejecer sino de asimilar nuestro devenir de manera saludable. Encallarse en la adolescencia e incapacitarse para la edad adulta es tan negligente como desacertado, a pesar de que ha calado hondo en nuestra cultura.