¿De verdad están aislando las redes sociales a los más jóvenes?
Las personas que más utilizan dispositivos tecnológicos, nuevos medios de comunicación e infraestructuras de transporte son los menos expuestos a la soledad. Pero el uso de las redes sociales no siempre se relaciona con un elevado índice de sociabilidad, sino que también es propio de las personas que más sienten la soledad.
Culpar a internet y las redes sociales de todos los males que aquejan a la sociedad es una tentación muy grande, por lo fácil que resulta. De vez en cuando se escuchan, de boca de algún supuesto experto, frases como esta: "las redes sociales entre los adolescentes conducen sobre todo a la soledad y a la depresión...". Y la verdad es que creo que, aunque sea de vez en cuando, conviene abordar esta cuestión con un poco de rigor.
No seré yo quien diga que la tecnología es inofensiva, y menos entre los menores de edad, ya que desde hace muchos años mi trabajo consiste precisamente en intentar contrarrestar una buena lista de situaciones no deseables en relación a internet. Pero una de las cosas que he aprendido es que las redes sociales no son el gran Satán, ni responsables de todos nuestros males.
Conozco a multitud de adolescentes que utilizan a diario su perfil en una o varias redes sociales, y lo cierto es que ninguno de ellos está aislado. Aun no he conocido a ninguno que haya dejado de hablar, salir o divertirse con sus amigos/as por culpa de las redes sociales. Es más, muchos estudios ponen de manifiesto que estos espacios son utilizados por los jóvenes sobre todo para relacionarse con las personas que ya conocen. La mayoría de sus conversaciones online se producen precisamente con las personas que ven a diario.
Si algo está permitiendo internet es la continuidad en las relaciones, su refuerzo, la desaparición de las distancias y, en definitiva, el contacto permanente. Recuerdo bien mis primeros años de adolescencia, y cuando terminábamos las clases perdíamos el contacto con nuestros amigos y compañeros hasta el día siguiente. A la mayoría no los veíamos tampoco durante el fin de semana, y cuando llegaban las vacaciones de verano, Semana Santa o Navidad, literalmente desaparecíamos los unos para los otros. Recuerdo que en verano recibía alguna carta, y enviaba alguna otra, y los christmas en Navidad, pero poco más. No había forma de ponerse en contacto los unos con los otros. El teléfono era un problema, ya que en la mayoría de las casas solo nos dejaban llamar para preguntar los deberes si no habíamos podido ir a clase. Llamar costaba más dinero que hoy en día, y los padres/madres consideraban que el teléfono era "para cosas importantes" o "para urgencias", así que nada de llamar para charlar.
Esta generación de niños y adolescentes está en contacto permanente con sus iguales. Cuando a uno le sucede algo, se le ocurre una idea original (o una chorrada) o está en un sitio chulo, al momento lo saben todos los demás. Cada usuario de WhatsApp envía una media de 42 mensajes diarios, recibe otros 75 mensajes, y adjunta fotos a diario. Creo que la mayoría de los adultos también vivimos ahora esta situación. Y al margen de WhatsApp están los mensajes en las redes sociales, los correos electrónicos, etc...
La necesidad que tienen los adolescentes de relacionarse con sus iguales es una necesidad biológica, grabada a fuego en los genes de nuestra especie. Los padres de cualquier adolescente saben lo que es pasar a un segundo plano ante el protagonismo del grupo de amigos y amigas. Realmente ¿alguien cree, en serio, que los más jóvenes abrazarían en masa una herramienta que les impidiera relacionarse con los demás? No hay fuerza en la naturaleza que consiga cambiar la bioquímica de un cerebro que ha tardado muchos miles de años en organizarse, priorizando las relaciones personales durante la adolescencia y la juventud.
Tal vez quienes piensan que internet aísla a los jóvenes deberían observar lo que está sucediendo desde hace tiempo con adultos de todas las edades y en todos los países. En ciudades como París o Hamburgo, más del 50% de los hogares están conformados por una sola persona. En Estocolmo ese porcentaje supera ya el 61%. En Alemania, Francia, Reino Unido o Japón cerca del 40% de las viviendas están ocupadas por una sola persona. Esta es una tendencia mundial. En Estados Unidos nada menos que 31 millones de personas viven solas. En España, en 1991 la cifra era de apenas medio millón, pero en la actualidad ya son más de 3 millones y medio (y eso a pesar de la crisis).
¿Realmente podemos culpar a internet de esta situación? Pues no, ya que esta es una tendencia que se inició en los años 50, cuando aún faltaba medio siglo para la popularización de internet. Según los estudios realizados por el sociólogo de la Universidad de Nueva York Eric Klinenberg, autor del libro Going Solo: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone, el hecho de vivir solo es más frecuente cuanto mayor es el nivel económico de un país y también cuanto mayor es el nivel de independencia de la mujer. En lugares donde hay riqueza pero no libertad para las mujeres, el porcentaje de hogares habitados por una única persona es mucho menor. Y tal y como señalan muchas de las personas que deciden vivir solas, es importante hacer una distinción entre "vivir solo", "estar solo" y "sentirse solo." En efecto, vivir solo/a no quiere decir vivir aislado/a. Y en muchos casos son precisamente las tecnologías de la información y la comunicación las que actúan como un verdadero pegamento, que mantiene a la gente en constante y permanente contacto.
No creo que nadie sostenga que las relaciones o la comunicación a través de internet puedan o deban sustituir a la comunicación y el trato personal cara a cara. Pero tampoco se puede sostener que internet forme parte de una especie de complot maquiavélico, urdido para impedir el trato persona a persona, y sustituir finalmente al ser humano por algún tipo de organismo cibernético asocial...
Hace pocas semanas, la Fundación ONCE y la Fundación AXA, hacían públicos los resultados del estudio La soledad en España, en el que señalaban que cerca de cuatro millones de personas se sienten solas en nuestro país. Como reconoce el estudio: "se puede estar socialmente activo y no sufrir soledad, y se puede estar socialmente acompañado y sentirse solo". Así, nada menos que el 52,6% de los que viven acompañados reconocen haberse sentido solos en algún momento.
En relación a las redes sociales en internet, el estudio señala que las personas que más utilizan dispositivos tecnológicos, nuevos medios de comunicación e infraestructuras de transporte son los menos expuestos a la soledad. Pero, por otro lado, reconoce que el uso de las redes sociales no siempre se relaciona con un elevado índice de sociabilidad, sino que también es propio de las personas que más sienten la soledad. Y aquí es donde está exactamente la respuesta a la pregunta inicial.
Las redes sociales facilitan las relaciones de las personas que también tienden a relacionarse correctamente al margen de internet. Como es el caso de la gran mayoría. Pero, ciertamente, en aquellas personas que más aisladas se sienten, en aquellas que más problemas tienen a la hora de relacionarse satisfactoriamente, las redes sociales e internet no siempre les resultan de ayuda.
En conclusión: las personas que se relacionan correctamente fuera de internet no dejan de hacerlo por utilizar internet y las redes sociales. Estas les permiten reforzar aún más sus vínculos, y también establecer vínculos nuevos. Pero aquellas personas que pasan sus horas manteniendo relaciones virtuales, y tienen problemas para relacionarse en el mundo real, terminan entrando en una espiral de la que es muy difícil salir. El uso abusivo y contraproducente de las redes sociales es consecuencia de un problema previo en la persona, que tenderá a aislarse cada vez más. Pasará las horas frente al ordenador, sin afrontar su verdadero problema.
Internet y las redes sociales tienen sus aspectos negativos, por supuesto, pero no son responsables de aislar a los más jóvenes. Para estos su principal inquietud es relacionarse con los demás, y no serán las redes sociales quienes puedan impedirlo.