Suceda lo que suceda en las elecciones catalanas de mañana, pase lo que pase después, haya independencia, unidad o algún científico loco invente una máquina que lance Cataluña al Atlántico y la convierta en una isla, la única verdad es que quienes hemos creído en la pluralidad de los pueblos de España habremos perdido.
En la famosa novela de Robert James Waller chocan como casi siempre el principio de placer y el principio de realidad. En Cataluña parece que estamos en una circunstancia análoga. Parece que, para una buena parte de los ciudadanos de Cataluña, la independencia es una propuesta sumamente atractiva por la que estarían dispuestos a casi todo.