No dejaremos nuestro país en manos de personas que salen a las calles con eslóganes estúpidos y desfasados, olvidando por completo nuestra historia. En vista de la proximidad intelectual de la AfD con otros fenómenos políticos, me parece necesario ampliar urgentemente las clases de historia en nuestro sistema educativo.
Como siempre, el cuerpo de las mujeres es el terreno al que los hombres llevan su guerra. Son las mujeres las únicas de las que se habla aquí; nunca se dice nada de aquellos que las han encerrado en una cárcel de tela. Somos nosotras -las mujeres con velo o las malas feministas- las culpables, no los que nos han declarado la guerra clamando que nuestros cuerpos son impuros e impúdicos.
En Occidente, un nuevo posicionamiento político está borrando los antiguos paradigmas de derecha e izquierda y de laborismo versus capitalismo, trabajadores versus empresas, impuestos y regulación versus libre empresa. En su lugar, habrá una nueva política organizada en torno a las fuerzas pro- y anti-integración global.
Aunque el largo combate en el que nos hemos metido contra el radicalismo y el terrorismo modifique a largo plazo nuestra forma de ser, no debe convertirnos en lo que los enemigos de la libertad quieren que seamos: un pueblo replegado sobre sí mismo, cerrado a los demás, atrincherado tras los muros ilusorios de leyes cada vez más liberticidas.
Nos encontramos ante una buena oportunidad para empezar un debate público sobre AfD. En lugar de enfadarnos por las pequeñas exigencias absurdas del partido, deberíamos preguntarnos cómo es posible que se haya creado este partido y por qué ha ganado tanto apoyo.
En toda Europa existe el riesgo de que lleguen al poder partidos fascistas, como PEGIDA en Alemania, el Frente Nacional en Francia, Amanecer Dorado en Grecia... Incluso en Estados Unidos hay que preocuparse por la creciente popularidad de un Donald Trump desbocado en su cruzada racista antinegros, antihispanos, antimusulmanes y antimujeres.
El ultraderechismo y sus huestes refuerzan el componente identitario más primario, situándose constantemente en una posición de confrontación cultural frente a la inmigración y, muy particularmente, frente a la comunidad musulmana, estigmatizada de un modo cada vez más desinhibido como una amenaza para la "Francia para los franceses" preconizada por el FN.
Nuestra dependencia de la sociedad es algo sencillo de demostrar: preguntemos a la gente joven qué es lo primero que hacen cuando les ocurre algo interesante y prácticamente todos dirán "compartirlo en las redes sociales". Lo único que la gente necesita es empatía y calor humano.
Los Gobiernos de Malasia, Indonesia o Filipinas temen que ocurra como a principios de los 90, cuando algunos de sus ciudadanos, radicalizados en la guerra de Afganistán contra los soviéticos, volvieron para formar grupos extremistas.
¿Cómo es posible que tras la primera victoria de Obama, miles de personas fueran al día siguiente a comprar provisiones de supervivencia ante un inminente colapso derivado de la llegada de un "socialista negro" a la Casa Blanca? ¿Por qué hay tantos norteamericanos que dedican su vida con pasión a prepararse?