España, el Reino Unido o Canadá tienen que permitir que la gente elija el orden de su fidelidad. Yo no tengo derecho a decirle a un quebequense que tiene que amar a Canadá más que lo que ama a Quebec; eso lo decide cada uno, no se le puede imponer a nadie. Así es como sobrevive nuestra sociedad, permitiendo la libertad de la pertenencia, la libertad del apego. Esa es la justificación más importante de una sociedad multinacional, multilingüe, multiétnica, esa es la razón por la que lucho.