El 19 de junio, rondando el mediodía, fui a la Puerta del Sol de Madrid a gritar mi republicanismo, y mi deseo ferviente de que se emprenda un proceso constituyente que convierta a mi país en una democracia popular. Me cubría los hombros con una bandera republicana.
Los besos aéreos de la madre de Letizia a sus nietas, Leonor y Sofía; la frialdad de la reina Sofía; los nervios de Letizia; la fiebre adolescente de diputados e invitados por hacerse fotos con la corona al fondo; la sonrisa de 'qué peso me he quitado de encima' de Felipe al terminar el discurso.
Quienes desde la derecha lanzaron toda su artillería contra Zapatero cuando pretendió impulsar una nueva Ley de Libertad Religiosa están hoy silentes ante la decisión del Príncipe de Asturias de ser proclamado Rey sin más atrezzo que la Corona y el Cetro, símbolos de la Monarquía por excelencia. Ni biblias, ni crucifijos, ni misas.