Intentaba tranquilizarse, respirar, pensar que él no hacía nada malo, pero no podía evitar tener miedo. Si bajaba, sabía lo que suponía: gritos, amenazas, risas, burlas, insultos... Había intentado hablarlo con su familia y ellos sólo decían que tenía que ser fuerte, aguantar y que los demás no vieran su miedo. Pero él era incapaz de controlarlo. Y ya había intentado todo.