Madrid se vende en las maletas de quienes una vez vinieron sin saber si iban a quedarse y vuelven a su ciudad de origen unas cuantas veces al año diciendo "vuelvo a casa" cuando regresan aquí. En las bandas sonoras de sus calles, en sus sirenas, en el tañir de las viejas campanas del centro y en las canciones de quienes le dedicaron unas estrofas.
Parece que con cada gota de cada plataforma, asamblea, manifestación o acampada se está creando un tsunami que es capaz de arrastrar a las gaviotas que llevan 24 años carroñeando en la capital. Que es por cierto, toda mi vida.