Lo más valioso del cuestionamiento cervantino no radica en un aparente relativismo radical sino en su valor epistemológico y, sobre todo moral: la desarticulación de las verdades arbitrarias. Es mejor quedarse sin una respuesta contundente que vivir consumiendo una ficción como verdad incuestionable.
Hoy en día, todo termina en psicólogos: trances de la vida más o menos desafortunados terminan con el manual de autoayuda o con la visita al psicólogo; te tiemblan las piernas cuando tienes que hablar en público, al psicólogo; te dan vergüenza tus kilos de más mal distribuidos, al psicólogo.