La UE se abisma de nuevo ante un entristecedor capítulo de la dramática crisis de los refugiados. Los ministros de Interior, cabalgando a lomos del miedo, pergeñan decisiones que marcan una hora de infamia en el reloj del Consejo. El retroceso implica la prolongación de la suspensión de la libre circulación de personas por dos años, lo que en la práctica supone el principio del fin de Schengen.