Sólo por el contenido islamófobo que ofreció Breitbart bajo la batuta de Steve Bannon -nuevo jefe de estrategia de Trump-, este debería estar invalidado para ocupar cualquier puesto en la Casa Blanca. La islamofobia es tan moralmente injusta y repugnante como el antisemitismo, el racismo, la homofobia y el sexismo.
Desde hace unas semanas, Europa está irreconocible. Su gente parece estrecha de miras y mezquina. Europa está perdiendo los valores que hacen que tantos europeos -especialmente los más jóvenes- se enorgullezcan de serlo: la libertad y la tolerancia. Estos dos valores son los pilares de una sociedad abierta y liberal.
La laicidad consiste en que el Estado sea neutral, al tiempo que la población mantiene su derecho a expresar sus opiniones religiosas con total libertad (al menos en teoría). No se puede aceptar la idea de que el hecho de llevar velo sea una muestra de fanatismo.
Hay muchos motivos por los que las mujeres llevan velo, pero nadie esperaba que esta prenda pudiera dividir a la sociedad de esa manera. Vivimos en un país que nos da libertad en todos los aspectos. Mientras acatemos la Constitución y las reglas no escritas de la convivencia, tendremos derecho a la libertad de expresión individual.
Los ciudadanos musulmanes que viven en Occidente se han convertido en juguetes, por no decir marionetas, en las manos de los islamófobos occidentales, de Al Qaeda y de ISIS. Los musulmanes y su religión son el blanco del discurso islamófobo.
No nos matan porque en nuestros países haya hueco para quien cuestione el patriarcado, defienda la diversidad sexual y de género o trate de conciliar el laicismo y la pluralidad religiosa. A su cruel e inhumana lógica fundamentalista le valdría igualmente que fuésemos chiíes, de otra doctrina suní.
Un día cualquiera me senté frente al televisor para ver cómo un hombre actuaba ante millones de personas en un espectáculo de odio oculto tras un velo que rezaba "Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser un país fantástico". Su racismo hacia la comunidad negra es ambiguo y sutil, a diferencia del que utiliza con musulmanes y latinos. Por eso no se habla tanto de ello.
Recapitulemos: soy una mujer musulmana mitad egipcia, mitad estadounidense (y blanca) que se ha criado en un barrio residencial estadounidense de clase media como otro cualquiera. Mi madre y mi hermana mayor llevan velo por razones personales, pero yo no, y nunca me han dicho que deba hacerlo.