Centrémonos en una noche alcohólica hasta niveles de intoxicación, la exaltación de la amistad, la visión doble, en definitiva, el descontrol. Uno empieza como si nada, una cervecita, un cubatita, y caen dos, llega la media docena, y al final pierdes la cuenta. Después de un fiestón alcohólico, uno se levanta con la famosa resaca.