No hay que ver las repetidas enfermedades infantiles como fracasos inmunitarios, sino todo lo contrario. Ese niño siempre mocoso está librando una batalla para mantener su portería a cero, está peleando porque tiene una gran defensa, está aprendiendo estrategia y madurando. Si no tuviera defensas, el gol ya habría venido en forma de gravísima enfermedad.