Lejos de frenarse, la cifra sigue al alza: un 38% más de civiles no tienen qué comer. La culpa, de la proliferación de conflictos y los cambios de clima.
Escribo a Letizia, la experiodista y nieta de un taxista que llegó a ser princesa, y es ahora reina de España y Embajadora de la FAO para la Nutrición. Señora, su más reciente cargo le obliga a velar por quienes sufren desnutrición y por aquellos que están en riesgo de morir de hambre en el mundo.
La creciente población humana, junto al poder adquisitivo en alza, aumenta la demanda en un momento en que las zonas de pesca del mundo alcanzaron su máximo potencial o comienzan a declinar. Cerca del 90% de los bancos pesqueros han sido explotados o sobreexplotados.
Cada pocos segundos muere alguien por desnutrición, lo que suma la escalofriante cifra de casi 40 millones de personas al año. Los números del hambre me quitan el apetito, igual que las últimas recomendaciones de las luminarias que la FAO aloja en sus lujosas oficinas romanas.