Cuando yo estudiaba secundaria, en los tiempos confusos y reivindicativos del Cojo Manteca, la FP era un verdadero destierro. En aquel momento, era inconcebible que un alumno mínimamente capaz se plantease renunciar al BUP, el COU y la masificada universidad de los años 80 y 90, por aprender un oficio de electricista, mecánico de coches o de administrativo. De aquello han pasado 30 años, pero tengo la impresión de que estamos en el mismo punto.