Todo eso que los niños nos muestran a tajo abierto, la dificultad para compartir -los juguetes pero también a la mamá-, lo seguimos viviendo los adultos pero de modo más refinado. La madurez está más lejos de ser la superación de los afectos más miserables, y más cerca de ser una sofisticación en el disimulo de estos.
La falta de pene sería un insulto tanto para mujeres como para hombres: a estos últimos nunca se les acusa de falta de vagina, mas sí de poco hombres. Desde niños nos enseñan que lo deseable queda del lado de la norma masculina: lo erecto, lo potente, lo grande, lo fuerte. Deseo que viene siempre en su envoltorio ideológico y que nos señala eso que debiésemos envidiar.
No hay personas tóxicas, sino seres humanos con problemas. Tóxicas son las setas, y sólo algunas. Parece como si los "no tóxicos" fueran cántaros vacíos donde los "tóxicos" pueden verter sus maldades. Pero con estos mensajes se cae en una dualidad peligrosa: los demás son malos y uno es una víctima.
Señor, confieso que he pecado; es más, confieso que peco constantemente, sin control, y lo que es peor, sin remordimientos. Cuando se vive en una gran ciudad, la tentación se cruza con nosotros en cada esquina. Quizás se llaman pecados CAPITALES porque Madrid es una ciudad hecha para pecar.
Recuerda que tú eres valioso por lo que tú eres, no por lo que dejas de tener en función de otros. La medida no está en la comparación, sino en ti mismo.
Hay veces que la estupidez humana no deja de sorprenderme. O la estupidez o la mala leche, que no sé qué es peor. Cualquiera de las categorías de personas tóxicas contamina a los que tienen alrededor y transmiten continuamente energía negativa.