Clarence Dixon, condenado por el asesinato de una estudiante en 1978, recibió la inyección letal después de que todas sus apelaciones fueran denegadas.
Holanda se fue a la cama el lunes tras la explosión de un coche, que saltó en llamas a la par que ardía un cuerpo sin cabeza en su interior. Al día siguiente, amaneció con la policía en la cafetería Fayrouz, en una concurrida calle de Ámsterdam, donde unos salvajes habían decidido abandonar la cabeza ensangrentada de aquel cuerpo.