No es de extrañar que los diferentes populismos se ensañen con la Constitución, porque esta sirve, precisamente, como dique de contención contra las arbitrariedades de los políticos que se creen por encima de las leyes. Las personas que quieren romper por las bravas con la Constitución en aras, supuestamente, de la libertad del pueblo, esconden, en realidad, que son incapaces de negociar para lograr las reformas necesarias que ellos anhelan. Y la negociación y el diálogo son claves para una buena salud democrática.