El acoso escolar se ha trasladado al mundo de las redes de una forma preocupante. La asociación Papyrus lanzó la campaña #BedTimeStories el día 6 de febrero, Día Internacional de Internet Seguro, para concienciar sobre el ciberacoso, porque como denuncian "la intimidación ya no se detiene en la puerta de la escuela".Con ello buscan crear conciencia sobre el impacto en los niños y adolescentes que sufren este tipo de maltrato y la corelación con los suicidios infantiles que se producen cada año.
Comparten un vídeo —titulado Love Story de Movistar México– para concienciar sobre los peligros que rodean a niños y adolescentes en las redes sociales.
Los padres tienen la obligación de enseñar a sus hijos lo que significa el anonimato y lo que se esconde tras esa palabra; en la red siempre hay que desconfiar, no todo el mundo es quien dice ser y, por último y más importante, inculcarles el valor de la privacidad personal, tanto a nivel corporal --no compartir imágenes privadas-- como intelectiva --no compartir estados de ánimo, ni cuestiones personales ni familiares.
El acoso escolar hace acto de presencia alrededor de los 13 años, con la adolescencia. Aunque siempre ha existido, hoy en día los menores están expuestos a nuevas tecnologías con contenidos inapropiados, para los cuales no están preparados. Recordemos que los niños lo absorben todo: lo bueno y lo malo.
El canibalismo sádico con que, una vez más, hordas de desaprensivos se aprestan a la lapidación sin compasión -sin medida, sin tregua, sin freno moral- de aquella persona prójima a la que se selecciona como diana ocasional de una orgía de vituperio en la que no se para en mientes ni ante la injuria ni ante la calumnia plantea problemas muy serios. Mi convicción como jurista, como demócrata y como ciudadano es clara: las redes no deben erigirse en cibervertederos de infamia.
Un niño o una niña que es acosado y maltratado en la infancia está condenado, en muchísimos casos, a vivir con secuelas que condicionan el resto de su vida. Una realidad a la que se condena también a aquellas jóvenes y adultas que son maltratadas cruelmente por sus parejas. Muchos viven en secreto, por vergüenza o por pudor, el acoso al que son sometidos. Una realidad que, en muchas ocasiones, desconocen hasta sus propias familias.