Alan Rickman fue un aventurero vital y apollineriano de vanguardia aplicada: "En el trabajo me gusta que haya un factor de riesgo. Me gusta no sentirme del todo seguro, y en el teatro, eso nunca falta", solía declarar, atendiendo al imperativo máximo de todo raconteur, la necesidad de narrar en el teatro y en el cine, ancheando nuestra imaginación.