La que ya ha sido calificada como la peor tragedia ferroviaria en la historia griega, donde el luto empieza a darle la mano a la indignación ciudadana.
Nadie se atreve ya a decir que una colisión, por ejemplo, se debe a una única causa, o a varias donde solo una es la determinante; o bien que un descarrilamiento se debe solo a un exceso de velocidad (por un despiste), o que solo esta es la causa determinante. Parece claro -y triste- que la visión moderna y europea sobre seguridad en el transporte aún no ha llegado a Angrois.
Hace ya más de 50 años que el sector aéreo aprendió, con accidentes y lágrimas, que la embriaguez aparatológica era insuficiente para controlar un riesgo tan complejo como es el error humano. En nuestra industria ferroviaria siguen pensando que con más balizas y detectores se soluciona todo.