El cónclave y la Comisión
Durante las próximas semanas, hay un Colegio que se va a reunir a puerta cerrada y rodeado de misterio y malas interpretaciones. Personas procedentes de distintas naciones confluirán para tratar de hallar un consenso, mediante una serie de procedimientos esotéricos y con un lenguaje que a muchos les resulta difícil comprender; el grupo estará dominado por hombres, y tomará unas decisiones que pueden tener profundas repercusiones para millones de personas.
Durante las próximas semanas, hay un Colegio que se va a reunir a puerta cerrada y rodeado de misterio y malas interpretaciones. Personas procedentes de distintas naciones confluirán para tratar de hallar un consenso, mediante una serie de procedimientos esotéricos y con un lenguaje que a muchos les resulta difícil comprender; el grupo estará dominado por hombres, y tomará unas decisiones que pueden tener profundas repercusiones para millones de personas.
Podría estar hablando tanto del Colegio Cardenalicio en Roma como del Colegio de los Comisarios en Bruselas. Mucha gente no cree que haya diferencia. Los ciudadanos entienden para qué estamos aquí, cómo funcionamos y por qué hacemos lo que hacemos.
Los procesos de la UE les parecen curiosos, confusos o misteriosos; y, lo que es peor, quizá opinan que no importa, porque tienen la sensación de que no forman parte de estas instituciones.
Me gustaría que eso cambiara. Porque las decisiones que tomamos en la UE afectan a todo el mundo. Cuando salimos de "nuestro" Colegio -acompañados, en vez de la fumata blanca, de un Libro Verde-, el resultado es importante. Puede ser la reforma de los derechos de propiedad intelectual o la inversión en los empleos del mañana; sé que estas son cosas que le preocupan a la gente y que pueden cambiar por completo unas vidas. Así que es importante que lo hagamos bien.
Los foros y cauces para cambiar las cosas dentro de la UE pueden parecer complejos y extraños.
¡No les quepa la menor duda de que también desde dentro sentimos la frustración! Pero las decisiones precipitadas no suelen ser acertadas, y es importante mantener unida a la familia europea.
No puedo hablar por el papa, pero sé que en Bruselas no somos infalibles. Sin embargo, esa es una razón para dialogar, no para ignorar, ni odiar, ni darse por vencidos.
Somos humanos -los comisarios, ministros nacionales, parlamentarios y otros-, y necesitamos la ayuda de todos para representarles bien.
No somos la única institución que resulta confusa para el profano; después de haber formado parte del Parlamento y el Gobierno en Holanda, sé que muchos procedimientos nacionales pueden ser también muy cerrados, complejos y opacos.
Ahora bien, Europa está construyendo un futuro de calidad para todos nosotros, de modo que no podemos recurrir a métodos de segunda categoría. Tenemos que ser más responsables, abiertos y eficientes. Con tantos intereses y tantas filosofías que sopesar, no podemos permitirnos quedar enfangados en la doctrina y el dogma: debemos ser más flexibles, de una manera que al mismo tiempo ofrezca resultados y sirva de inspiración.
La nueva tecnología digital puede facilitar esa apertura, esa capacidad de responder a la que aspiro; desde los medios sociales hasta las políticas colectivas. En Twitter pueden encontrar no solo al Papa (@pontifex) sino también a la mayoría de mis colegas de la Comisión. Quizá no lleguemos nunca a ser Foursquare escogiendo al próximo alcalde de San Petersburgo o Bruselas; pero, si colaboran conmigo, obtendremos decisiones más integradoras y mejor comprendidas, en todos los niveles. Y a eso no tengo que decir más que Amén.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.