Podemos se incendia
En Podemos, han mirado siempre con lupa los movimientos de su franquicia en Euskadi. Temían que las agrupaciones se convirtieran en lo que Karl Marx llamaba tontos útiles, que terminaran abriendo puertas a la izquierda abertzale y que eso contaminara peligrosamente la aventura nacional.
El doctor en Derecho y profesor de Derecho Constitucional en la UPV, Roberto Uriarte ha dimitido como secretario general de Podemos en Euskadi, y lo ha hecho porque la dirección general desde Madrid lo acogotó en directo ante los medios.
"El problema de Podemos es que se ha convertido en un partido aparatero, cuando teníamos que ser un manantial de agua limpia. La gente aparatera es la que sobra en Podemos", aseguró Uriarte tras su dimisión, en clara referencia al secretario de Organización, Sergio Pascual.
Previamente, Uriarte ya había sido advertido por Pablo Iglesias respecto a los candidatos elegidos para las listas al Congreso y al Senado. Pero en la mañana del pasado 3 de noviembre, en pleno encuentro urgente con los medios de comunicación, y cuando el propio Uriarte comenzaba a exponer las razones de su convocatoria, recibió una llamada de Iñigo Errejón.
Era una orden taxativa: "No anuncies nada a la prensa". A partir de ahí, el incendio.
De inmediato, con una excusa ininteligible, dejó a los medios con un palmo de narices y se fue a un lugar discreto para hablar con el jefe. Pilar Garrido, la portavoz del partido en Guipúzcoa, presente también en esa fallida rueda de prensa, tuvo que salir al paso como pudo y se remitió a futuras comunicaciones de la dirección vasca.
El detonante fue la decisión de Uriarte y de su dirección de situar a López de Uralde, líder de Equo, al frente de la candidatura de Vizcaya para las próximas elecciones generales, en contra de la decisión de Podemos central, que prefería presentar a Eduardo Maura en esa posición. Pero ese detonante escondía una larga cadena de desencuentros entre la dirección central del partido y la dirección vasca.
Euskadi es un ámbito político especial, dada la presencia de partidos específicos de la comunidad autónoma vasca y de representantes de partidos estatales. Esos partidos específicos tienen un gran peso político y electoral, por encima del 50%, y cuentan con una gran presencia social que crea una enorme red, desde las altas instancias, Gobierno vasco y diputaciones, hasta la mínima asamblea de un pequeño pueblo.
Y, en el ámbito asambleario, Podemos tiene que bregar con la larga experiencia de la izquierda abertzale, y en caladeros de votos que en muchas ocasiones son los mismos.
En Podemos central, han mirado siempre con lupa los movimientos de su franquicia en Euskadi. Temían el abrazo del oso, temían también que las diferentes agrupaciones de Podemos distribuidas por pueblos y ciudades vascas se convirtieran en lo que Karl Marx llamaba "useful idiots" o tontos útiles, que terminaran abriendo puertas a la izquierda abertzale y que eso contaminara peligrosamente la aventura de Podemos España. Ya se sabe, titulares como "Podemos apoya a ETA", "Podemos con los asesinos", y ese tipo de periodismo amarillo que tanto daño les hace.
En ese ámbito político especial vasco, la llegada de Podemos fue un revulsivo. De pronto, una opción política "española" entraba a formar parte del espíritu asambleario, tanto en las grandes ciudades como en los pueblos vascos.
El problema para la nueva formación era distinguirse claramente de aquellos de los que podían resultar indistinguibles y, en el caso vasco, tenían que diferenciarse claramente de la izquierda abertzale, de Sortu y de sus diversas coaliciones, tanto en Euskadi como en la comunidad foral de Navarra.
En ese empeño, las asambleas en los pueblos vascos han ido un poco por libre, sin estar sujetas a escrutinio directo desde la central de Madrid. Por esa razón, surgen casos como los de ese pueblo guipuzcoano donde los concejales de Podemos permitieron la elección como alcalde del candidato del PNV y, pocos meses después, se unieron con Sortu en contra del alcalde al que habían elevado al poder.
Esas contradicciones internas muestran la falta de un criterio definido y coherente a la hora de hacer política. Seguramente, un cierto buenismo dificulta también la navegación en medio de aguas turbulentas.
Por eso a Uriarte, gente buena y con un importante bagaje intelectual, no le ha quedado más remedio que dimitir y denunciar la imposición desde la ejecutiva nacional del partido. Una imposición "que no respeta la voluntad expresada hace ocho meses por la Asamblea que nos eligió". En su dimisión, ha denunciado la creación de "una dirección centralizada que ha hecho del asalto al poder la razón que deja todo lo demás en un segundo plano".
Con Uriarte a la cabeza, Podemos había logrado convertirse en la tercera fuerza política en Euskadi en las últimas elecciones forales, en las que se eligieron las Diputaciones de los tres territorios, y tenía muy buenas perspectivas de cara a las próximas elecciones generales, ya que el sondeo del Gobierno vasco le otorgaba cuatro diputados al Congreso, los mismos que Bildu y muy por encima del PSE y PP en el País Vasco.
La crisis se lleva por delante a Uriarte, a los integrantes del consejo de coordinación del partido en Euskadi y a 19 miembros del Consejo Ciudadano de la formación, que en principio estaba integrado por 34 miembros y en el que, tras repetidos abandonos, quedan sólo media docena.
Habrá que esperar a ver si "el manantial de agua limpia" al que se refería Uriarte logra apagar el incendio.