En Berkosovo se disputa Europa
Berkosovo es la representación de una Europa en disputa, la Europa fortaleza que construyen los Gobiernos en grandes reuniones de despacho y que cuesta la vida a miles de personas o la Europa de los voluntarios que se niegan a aceptar la xenofobia institucional de sus Gobiernos. Tenemos el deber y la oportunidad de disputar qué Europa queremos construir y de convertir la solidaridad en derecho.
Berkosovo es un pequeño paso fronterizo entre Serbia y Croacia, uno de tantos caminos intrascendentes que separan dos países, sin tan siquiera una garita, por el que apenas transitan los lugareños de ambos lados de la frontera. Y seguramente seguiría siendo así de no ser porque en las ultimas semanas se ha convertido en uno de los principales hitos en el camino de los miles de refugiados que intentan llegar a centro Europa. Ya poco queda de su frontera, sepultada por una montaña de basura. Ahora su carretera es un improvisado campamento de refugiados en el que se agolpan cientos de familias que intentan traspasar el cuello de botella que forma los intermitentes cierres de la frontera croata.
Berkosovo nunca será un campo de refugiados. No podríamos decir que lo que allí se encuentra llegue a tal grado de organización e infraestructura. La situación en la frontera no es fruto de la improvisación o de la falta de medios, sino de una política premeditada por parte del Gobierno serbio, que no quiere que se instalen campamentos "permanentes" de refugiados ante el temor a que no continúen su trayecto. De esta forma, el Gobierno serbio decide mirar hacia otro lado, mientras por sus fronteras pasan unos cinco mil refugiados al día. La mayoría entra vía Macedonia por Miratovac, desde donde se desplazan andando o en coches particulares, mediante pago de unos 25 euros por vehículo, a Presevo, el otro gran punto caliente de la ruta Serbia. Esta es una ciudad de frontera empobrecida con un paro que ronda el setenta por ciento de su población y que ha encontrado en los refugiados una forma de negocio con su traslado. Aunque los que realmente están haciendo negocio son las empresas de autobuses, que ante la dejadez de las instituciones serbias, se han encargado de organizar una línea de autobuses que traslada a los refugiados alegalmente de una frontera a otra. Según los cálculos de voluntarios locales, las empresas de autobuses han podido ganar en torno a treinta millones de euros desde el verano con el transporte de refugiados, ya que cobran unos sesenta euros de media a cada refugiado que trasladan.
Berkosovo bien podría ser el escenario del final de etapa de una carrera ciclista o de un maratón. Es lo que se viene a la mente cuando recorres los kilómetros finales antes de llegar a la frontera croata. Todo se organiza en los márgenes de su pequeña carretera, las tiendas y caravanas de las diferentes organizaciones sociales y voluntarios se agolpan en sus cunetas ofreciendo avituallamiento a los refugiados que continúan su camino en el intento de terminar por fin la carrera de obstáculos que iniciaron cuando salieron de su país. La falta de organización por parte del Estado serbio no solo se traduce en falta de medios, en la proliferación del negocio privado a costa del drama de los refugiados, sino también en una gran pérdida de recursos. Al no haber una centralización y organización de los recursos, la dinámica de carrera en la que están imbuidos los refugiados, incrementada con los cortes de fronteras, hace que muchos materiales que se podrían reutilizar se desperdicien; ya que las familias, una vez que utilizan las mantas, chubasqueros, botas de agua, juguetes, etc..., las abandonan para seguir su viaje.
Berkosovo es un eslabón más de una cadena de fronteras que funciona según se cierran o abren los siguientes pasos. De esta forma, si Austria cierra su fronteras con Eslovenia, Eslovenia lo hace con Croacia y Croacia con Serbia. La ministra de Exteriores croata declaró hace un par de días que "aunque no suponía una solución", no iban a recibir a más de 2.000 refugiados por día. La frontera se abre o cierra en función de si se abren las siguientes fronteras del viacrucis de camino: Croacia acepta la cantidad que acepta Eslovenia al día porque a su vez es lo que acepta Austria, pasando a los refugiados y refugiadas de uno a uno en intervalos de cincuenta personas por cada nuevo autobús que llega al lado croata. Esto genera un cuello de botella brutal, ya que a Berkosovo llegan una media de 4.000 o 5.000 personas al día que se topan con una frontera cerrada que se abre a cuenta gotas. Lo que genera aglomeraciones, empujones, enfrentamientos, nervios, pánico, padres levantando a sus hijos por encima de la gente para que no sean aplastados, imágenes que a mí no se me borrarán fácilmente de la cabeza y que resumen muy bien lo que entienden muchos Gobiernos por el eslogan #RefugeesWelcome.
Cuando la frontera se cierra, quien lo paga son una vez más las familias de refugiados que sólo tienen la opción de dormir en las laderas de una carretera rodeados de basura y con temperaturas que bajan por debajo de los cero grados, lo que está causando numerosas enfermedades como pulmonía, neumonía, etc, según ha denunciado Médicos Sin Fronteras.
Berkosovo no está en Chequia, aunque cuando llegas pudiera parecer que sí por la gran cantidad de voluntarios con petos naranjas y amarillos que puedes encontrar de ese país. Son un colectivo de voluntarios que se han autoorganizado para venir a colaborar, escandalizados por las declaraciones islamófobas y xenófobas de su propio Gobierno y motivados por la voluntad de demostrar que no son representativas del sentir del pueblo checo. El Gobierno serbio estuvo a punto de prohibirles operar en la frontera por ser un movimiento sin una organización registrada; finalmente, la Cruz Roja serbia les ha dado cobertura legal. A este colectivo se le han sumado voluntarios y activistas de diversos países, organizándose con una asamblea diaria para coordinar cómo sostener la precaria situación de la frontera de Berskosovo, demostrando una vez mas que donde no llegan las instituciones sí llegan los activistas y la gente organizada que se niega a permanecer impasible ante esta situación.
Berkosovo no es Madrid, y desde luego el Partido Popular Europeo no visitara Berskovo, pero sí se reúne en Madrid para darle unas palmaditas en el hombro a Rajoy e impulsarle en su carrera electoral mientras el drama humanitario sigue su curso y Viktor Orban es ovacionado por sus políticas xenófobas. Detrás de sus discursos de responsabilidad y derechos humanos se consolidan unas políticas de más vallas y menos derechos. La inacción de los Gobiernos y las élites europeas es la razón de que miles de personas malvivan noche tras noche en nuestras fronteras, en campamentos improvisados sin instalaciones, pasando frío, hambre y enfermando. Las consecuencias de sus políticas no son números, tienen nombre y caras, al final son la imagen de su Europa Fortaleza. La imagen de la vergüenza de una Europa a la que le sangran sus fronteras.
Berkosovo es la representación de una Europa en disputa, la Europa fortaleza que construyen los Gobiernos en grandes reuniones de despacho y que cuesta la vida a miles de personas o la Europa de los voluntarios que se niegan a aceptar la xenofobia institucional de sus Gobiernos. El drama de los refugiados económicos o políticos no parece que vaya a desaparecer, sino todo lo contrario. Tenemos el deber y la oportunidad de disputar qué Europa queremos construir y de convertir la solidaridad en derecho. Un trocito de esta disputa se esta dando ahora mismo en Berkosovo.