¿Es machista dios?
No todo está justificado en nombre de dios, y la llamada de monseñor Cañizares a la desobediencia de la ley democrática en nombre de un dios que presentan como machista y homófobo, hace además que este se convierta en un dios tirano, algo que no debe ser permitido por la propia Iglesia.
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Sabemos que le Iglesia es machista. Pero, ¿y su dios?
Las religiones monoteístas, y en el especial la cristiana, presentan a dios como una abstracción caracterizada por la bondad, la comprensión, la sabiduría, la presencia... y con la capacidad de incidir sobre la realidad de forma directa o indirecta para contrarrestar desde el bien toda la influencia negativa del mal, de ahí su identificación con el Todopoderoso.
Y la Iglesia se muestra a sí misma como la representación de dios en la Tierra, gestora e intérprete de su palabra y voluntad para que las personas sigan el camino trazado como forma de llegar hasta él.
Del mismo modo que alguien puede dudar sobre si dios existe y se hizo hombre, de lo que no hay duda es de que la Iglesia es real y está formada y dirigida por hombres, y que por ello la palabra divina adquiere el tono, la gravedad y el significado de lo que sus hombres interpretan. Cuando las manifestaciones, cada vez más frecuentas y graves, de cardenales, arzobispos, sacerdotes y obispos, es decir, de los portavoces de la palabra de Dios, insisten sistemáticamente en su crítica a la Igualdad y a las políticas e iniciativas que buscan promocionarla y corregir la desigualdad, y en especial contra algunas de ellas, como el matrimonio entre parejas del mismo sexo y todo lo relacionado con el género, lo que hacen es presentar a un dios machista y homófobo, no sólo a una Iglesia con esas características.
Y lo grave es que esa misma Iglesia de palabra divina y humana ha callado la desigualdad histórica que ha llevado a la pobreza y a la exclusión, a la violencia de género, a la discriminación y al abuso, y con ello ha reforzado una cultura construida sobre valores e ideas que necesitaban sustentarse en esas creencias para elevar sus propuestas hasta la divinidad. Ante todo ello, lo único que ha dicho ha sido aquello de "resignación cristiana", "compasión y limosna" y "bienaventurados los pobres porque de ellos será el reino de Dios...", sin llamar la atención con rotundidad a los ricos abusadores, a los maltratadores, a los explotadores..., más allá de la reincidente confesión y del perdón liberador. Esta situación demuestra que la actitud de la Iglesia no es casualidad, y que forma parte de esa construcción patriarcal que utiliza un dios machista y homófobo para darle trascendencia, significado y sentido a la realidad más allá de lo material y lo humano. De se modo se deja para la otra vida cualquier posicionamiento en términos de justicia y todo continúa bajo el machismo de la ley de los hombres.
Y no creo que deba ser así.
Con sólo lo que he podido observar a lo largo de mi vida, he comprobado cómo la Iglesia ha cambiado hacia posiciones mucho más rígidas e intransigentes con todo aquel o aquello que no comulgue con sus ideas, cómo ha abandonado el terreno de la fe para invadir lo político, y de cómo ha dejado púlpitos y homilías para meterse en los telediarios, y no precisamente para hablar de la fe y las creencias.
La ministra Bibiana Aído fue muy clara cuando en pleno debate sobre la reforma de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Respondió a las críticas que se habían hecho por parte de algunos obispos y comentó: "La Iglesia podrá decir lo que es pecado, pero no lo que es delito". Y así debe ser, a ella le corresponde decir lo que desde el punto de vista de la religión católica se considera bien o mal y adoptar las medidas religiosas consecuentes a sus planteamientos, pero la ley es competencia del Parlamento.
No todo está justificado en nombre de dios, y la llamada de monseñor Cañizares a la desobediencia de la ley democrática en nombre de un dios que presentan como machista y homófobo hace además que este se convierta en un dios tirano, algo que no debe ser permitido por la propia Iglesia.
El silencio del resto de la jerarquía y de muchos de sus fieles, la mayoría de los cuales no comparten esas manifestaciones ni ideas, tiene consecuencias. Las tiene dentro, con unos templos cada vez más vacíos, y las tiene fuera, porque muchos hombres violentos justifican en nombre de dios su machismo, su homofobia ampliada a la LGTB-fobia y la violencia ejercida bajo esas razones.
El silencio es acción cuando ampara posiciones y conductas que continúan bajo él. Y las palabras cargadas de odio son acción. Por eso también deben ser rechazadas y criticadas con acciones claras desde dentro de la misma Iglesia. De lo contrario, se entenderá que es toda ella quien las comparte y quien calla.
Y lo más triste, conseguirán que dios, ese dios al que ellos ponen voz, no se entienda como amor, ni sabiduría, ni presencia...
Este post fue publicado originalmente en el blog del autor