Mi cuerpo, al que ya no quería volver a mirar
La prueba que hemos superado ha resultado ser una muy dura, durísima. Mi cuerpo ha cambiado por completo, lleva las marcas, las muescas, las cicatrices de una aventura. Un viaje extraordinario. Un viaje de vida. Me esfuerzo en devolverle todo el amor que ha conseguido darme.
He dado por perdida esta parte de mí, la he prestado, regalado, abandonado... Mi cuerpo cansado, arrugado, herido. Lleva dibujadas líneas indelebles, marcas imposibles de borrar. Ha cambiado, y mucho. Casi diría que ha pasado a ser un extraño, siento que he perdido contacto con él.
Mi estómago, mis pechos, mi trasero... Ya no tienen forma. Mi piel ha perdido su flexibilidad. Cuelga de mis caderas, de mi cintura, de debajo de mis brazos.
Es un espacio que ya no significa nada para mí, pero que sigue estando presente. Incluso después de tantos meses sin que le prestara atención. Siempre está ahí. Pero está irreconocible. Después de haber superado la adolescencia, de haber aprendido a conocerlo, a domesticarlo, a amarlo. Y ya no lo reconozco. Ya no sé lo que es.
Esta prueba que hemos superado ha resultado ser una muy dura, durísima. Tal vez demasiado.
Mi vientre se redondeó y fue haciendo espacio, mucho espacio. Crecía día tras día durante nueve meses, quizás un poco más. Durante todo ese tiempo lo acaricié, lo mimé con adoración. Tuve el privilegio de portar vida en mi interior.
¡Y entonces llegó! Mi cuerpo volvió a cambiar. Mis pechos ofrecieron leche, mucha leche, y aún la producen mientras escribo estas líneas. Mis pechos nutren, protegen, confortan. Son el único vínculo que tengo con esta pequeña parte de mí misma, esta hermosísima personita, ahora emancipada físicamente de mí. Una persona con una vida propia.
Mi cuerpo ha cambiado por completo, lleva las marcas, las muescas, las cicatrices de una aventura. De un viaje extraordinario. Un viaje de vida.
Así que, aunque ya no quiera verlo, aunque huya de mi imagen en el espejo, aunque afirme que desearía recuperar mi cuerpo de antes...
Me recuerdo que este lugar es mío y es el único que tengo. Es el que me ha permitido vivir todo tipo de experiencias maravillosas y extraordinarias.
Trabajo conmigo misma y cada día me acepto un poco más. Estas líneas son mi historia. Son quien soy. ¡Y qué mejor forma de dar las gracias a mi cuerpo que devolviéndole todo el amor que ha conseguido darme!
Mi cuerpo. Mi recipiente. Mi hogar. Gracias.
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Este blog se publicó originalmente en HuffPost Francia y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno.