La vida social después de tener hijos
Nuestros amigos publicaban en las redes sociales dónde estaban y las cosas que hacían mientras nosotros nos quedábamos sentados en casa y enfurruñados por haber sido excluidos. Porque hacían cosas a las que siempre nos invitaban: la única diferencia que había es que ahora estábamos esperando un bebé.
Los amigos son para toda la vida, no solo para antes del parto.
Las amistades cambian durante las diferentes etapas de la vida. Tenemos amigos de la infancia y después empezamos el instituto y hacemos nuevos amigos. Algunas amistades nos acompañan durante años mientras que otras caen en cuanto nos descuidamos. Hay amistades que sobreviven a los momentos más duros y que se mantienen constantes e inquebrantables en la ecuación de nuestra turbulenta línea temporal. Por lo menos, hasta que se tienen hijos...
perder amistades cuando se tiene un hijo
perder amistades con el embarazo
perder amistades cuando se tiene pareja
perder amistades cuando se tiene éxito...
Parece que no soy el único.
Los amigos preparto
Antes del nacimiento de un bebé, casi todo se basa en la libertad. En que se puede salir sin prepararlo con mucha antelación o en que se pueden coger unos días de vacaciones en el último momento porque no hay que estar pendiente de cuidar a ninguna criatura que llora, babea y caga y a la que se quiere con locura.
A no ser que se acabe de adoptar un cachorrito, ¡pero que nadie me diga que es lo mismo!
Tus amigos sabrán que eres socialmente fiable, que perteneces a su círculo más cercano. Que estarás ahí en cada quedada, sea cuando sea. Que no eres de esas personas que inspiran poca confianza y que cancelan un plan en el último segundo con una excusa poco creíble.
Por lo menos, hasta que tengas hijos...
Todo empieza con el embarazo
Kate y yo nos dimos cuenta de varias cosas cuando contamos que íbamos a tener un bebé. Nuestros amigos publicaban en las redes sociales dónde estaban y las cosas que hacían mientras nosotros nos quedábamos sentados en casa y enfurruñados por haber sido excluidos. Porque hacían cosas a las que siempre nos invitaban: la única diferencia que había es que ahora estábamos esperando un bebé. Dolor.
Daban por hecho que Kate no podía beber y que ahora éramos como ese amigo irritante que todos hemos tenido en algún punto de nuestras vidas que, de la noche a la mañana, es vegano. Chicos, seguimos siendo los mismos; ella no se puede emborrachar, pero seguimos siendo nosotros.
Las expectativas prenatales
Al ser la primera pareja del grupo en pasar por un embarazo, a nuestros amigos les costaba sentirse identificados con nosotros. Después de los primeros "ay, dios mío" y de los "¿habéis pensado ya en algún nombre?" nos veíamos sumidos en silencios incómodos que llenábamos con expresiones como "mira qué bien" o "vaya...".
Y por eso estábamos tan entusiasmados con las clases prenatales a las que nos habíamos apuntado. Porque podríamos conocer a parejas que nos entendieran porque estuvieran pasando por un embarazo al mismo tiempo que nosotros. Podría establecer lazos con otros padres mediante chistes malos y anécdotas relacionadas con las hormonas y los cambios de humor.
¡Qué equivocados estábamos!
Llegamos a la primera sesión y nos encontramos con una sala llena de los clásicos estereotipos. Resumiendo, allí estaban:
- La madre veterana. Habían pasado 12 años desde su último embarazo y quería recapitular. De vez en cuando se dirigía al resto de la clase para compartir su experiencia. Cada dos por tres empezaba con un "pues con mi primer hijo...". Los suspiros y los resoplidos se inventaron para ese tipo de momentos.
- La pareja joven obligada a asistir a las clases por los futuros abuelos. Ella tendría unos 17 años y él iba ataviado con el uniforme completo de poligonero y se pasaba las sesiones con una mano dentro del bolsillo del pantalón de chándal y la otra pegada al móvil.
- La madre hippie. Muy fan de la meditación y de las velas durante el parto. Me encantaría saber cómo salió todo al final, pero creo que a nosotros no nos habría funcionado.
Y luego estaba Nick
Nick era un imbécil. No necesité más de cuatro segundos para darme cuenta; me bastó con verle sentado, con su traje caro, las piernas cruzadas y los brazos apoyados en el respaldo de la silla de al lado. Me propuse comprobar qué marca de coche tenía. Si resultaba ser BMW, pararíamos a tomarnos una cerveza antes de volver a casa, de premio.
Nick se reía disimuladamente y luego pedía perdón cada vez que se mencionaban las palabras "vagina" o "pecho" (que era bastante a menudo), y, cuando llegó el momento de consultar dudas, preguntó si podía meter un pack de cuatro cervezas al paritorio. Pues no, Nick. Ridículo, que eres un ridículo. Por este tipo de cosas te llamamos Nick Casi Descerebrado. Y su mujer, Nic (en serio, se llama así), ponía los ojos en blanco con cada una de las intervenciones de su marido, como si de un niño irritable se tratara, cosa que parecía animarlo más aún.
Después de la clase, fue directo a su coche. Parecía un pingüino que estuviera intentando imitar a uno de los raperos del grupo NWA. Y tenía un BMW, ¡lo sabía! Y además había ocupado dos plazas al aparcar. Y probablemente se acostara con su secretaria antes de que su hijo llegara a cumplir un mes.
La vida después del parto
Aquí me quejo de que no tengo vida social después de ser padre, pero cuando salgo lo único que hago es un esfuerzo por no estar constantemente balbuceando sobre Evelyn y sobre la paternidad. Me escucho y me aburro a mí mismo a mitad de la frase, pero siempre sigo hablando hasta llegar a un final decepcionante. Es bastante incómodo. La verdad es que la paternidad me parece emocionante, pero sé por experiencia que a poca gente le va a importar la última monería de mi hija.
Lo que estoy contando es interesante, ¿no? ¿NO?
Retomé el contacto con un amigo de la universidad cuando Kathryn se quedó embarazada (porque una galletita de la suerte me animó a hacerlo, en serio). Poco después, este amigo me contó que su mujer también se había quedado embarazada. ¡Perfecto! Ahora podría presenciar el hundimiento social desde la elegancia de la perspectiva en tercera persona.
Desde entonces, tenemos una relación muy cercana. Recuerdo que una vez me llamó a medianoche para hablar sobre lactancia y sobre dar el pecho. Ya habíamos hablado de pechos antes, sí, pero esto era llevarlo a otro nivel.
Seamos amigos, señor padre
He tenido oportunidad de hacerme amigo de otros padres desde que me convertí en uno de ellos. Normalmente, estas oportunidades se presentan en forma de situación social incómoda disfrazada de fiesta de cumpleaños infantil en la que los niños corren y juegan y los adultos se quedan ahí plantados con una sonrisa estúpida en la cara mientras piensan "mierda, socializa antes de que la situación se vuelva más incómoda".
Rompí el hielo y me puse a hablar con otro padre en una de estas fiestas. Sobre Evelyn y sobre su hija. Probamos con el tema del mercado inmobiliario, pero eso nos llevó a hablar de nuestras propias casas, de la decoración de las habitaciones de las niñas y -como era de esperar- de nuestras hijas. Hay que jorobarse.
Mi búsqueda de una vida social continúa...
Este post fue publicado originalmente en la edición de Reino Unido de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.