Esta pequeña isla española esconde un festival único en el mundo solo para 350 personas
El Son Estrella Galicia Posidonia rompe con lo que hasta ahora se espera de un festival de música.
Pensar en un festival de música suele ir asociado a grandes colas, masificaciones, público que acude para ver únicamente a los cabezas de cartel y unos grande escenarios en recintos apartados o polígonos en grandes ciudades. Sin embargo, hay un festival español que ha roto con todo eso y se ha trasladado a una isla de solo 12.000 habitantes para hacerlo. El éxito les acompaña desde hace ocho años, mucho antes de que se aproximase la explosión de la burbuja de los festivales.
En Formentera, cada primer fin de semana de octubre, desde hace ocho años acuden 350 personas al Son Estrella Galicia Posidonia. Hasta aquí todo normal, pero este festival no vive de los grandes nombres de cabeza de cartel, sino que los artistas que forman parte de él son un secreto hasta que comienza, la ubicación de los conciertos también y, además el impacto positivo tanto en el medioambiente como en la isla está presente de forma transversal en este evento musical organizado por la cervecera de Hijos de Rivera.
Frente a las grandes estructuras de escenarios, los asistentes de este festival están a apenas unos 10 metros de los artistas, con el turquesa del mar de Formentera al fondo. Muchos de ellos repiten cada año, los hay veteranos que se hacen llamar posidoniers y agotan en cuestión de horas los tres centenares de entradas a la venta de la web. ¿El motivo? Quedarse encandilados por una isla que está completamente integrada en el festival.
El 4 de octubre comenzó la octava edición del festival que ha querido volver a los orígenes con el lema Capítulo 0: Raíces. Esas raíces se han conectado en esta edición no solo por el impacto positivo que les ha llevado a ser el único festival mundial con el certificado True Platinum Zero Waste. Esto se debe a las estaciones de reciclaje instaladas en el festival, donde no hay contenedores, sino que se encargan de separar los residuos y que estos tengan una tasa de reciclaje superior al 99% así como concienciar a sus asistentes de la economía circular y el impacto positivo en la isla.
Para ello, no solo se va a escuchar música, de ahí que se califique como el festival de “inconformistas”. El Son Estrella Galicia Posidonia incluye actividades para conocer el entorno de la isla como distintas rutas de paseos guiados por biólogos y conservadores de la zona, que explican la importancia de la biodiversidad de la isla y de elementos como la Posidonia, eje fundamental del festival y clave en el mantenimiento de la isla y el mar Mediterráneo.
En lugar de stands publicitarios, en la ubicación del festival se encuentran puestos para pintar y decorar botellas de cristal usadas y darles una segunda vida, un puesto donde se crean en directo posavasos con residuos plásticos. Además, ponen a disposición de los asistentes las servilletas de tela de antaño, evitando así parte de los residuos y vasos reutilizables que son devueltos a las barras y lavados para un nuevo uso.
Existen tres tipos de abono, cada uno a un precio de 390 euros con gastos de gestión, pero que poco tienen que ver con las diferenciaciones de VIPs de los marcrofestivales. La experiencia es VIP para todos los asistentes, pero cada uno con tres propuestas gastronómicas (dos distintas dentro de la isla y una común a cargo este 2024 de la estrella Michelin Vicky Sevilla), transporte dentro de la isla, rutas guiadas y por supuesto, degustación de las cervezas de la marca.
Cada una de estas rutas, además de la concienciación con el medio ambiente incluye con conciertos en enclaves únicos como el que ofreció el pasado sábado Tulsa en una cueva del Camí de Sa Pujada, una ruta que recorre desde el Pilar de la Mola hasta Es Caló. Allí en un completo rodeada de sabinas y pinos, en acústico sonaron temas de su último disco Amadora, como Melocotón o Cuando venga el león pálido, pero también otros más conocidos por el público como Seguramente me lo merezco.
La isla forma parte del festival o el festival de la isla, ya que también se apuesta por el producto local y la gastronomía de los restaurantes de la zona. El viernes, la propuesta gastronómica de uno de los grupos corrió a cargo de Panperfocaccia, en La Savina, la zona del puerto de la isla, compuesta por una muestra de los quesos gallegos Airas Moniz y una muestra de la gastronomía italiana —con parmiggiana de berenjena o mezzi paccheri con frutos del mar, entre otros platos— reflejo del impacto de la gran cantidad de visitantes y residentes del país transalpino en la isla desde finales los 80.
Un festival sin cabezas de cartel y cerca de lo local
La apuesta por lo local también se ha abierto este año, después de varias ediciones, a la población de la isla con los conciertos en abierto también para residentes del viernes en la plaza de Sant Ferran de ses Roques. La iniciativa de abrirlo al público, tal y como cuenta Víctor Martiñán, director del SON Estrella Galicia Posidonia, es algo que se venía haciendo desde antes de la pandemia. "El año pasado empezamos a notar que nos faltaba algo. No conoces Formentera sin haber alternado con su gente, si solo vas a Ses Illetes y a comer al restaurante tal, no has vivido en Formentera. La gente que trabajaba en barra, me dijo que había venido mucha gente”, explica.
Allí los asistentes disfrutaron del synth pop dance de los alemanes Roosevelt, con sonidos retro que contagiaron a los más veteranos que aseguraban que les recordaba a la música de los ochenta y a los más jóvenes contagiados por el beat electrónico de temas como Strangers o Moving On.
Pero el punto álgido de la noche en Sant Ferran llegó de la mano de Baiuca, el proyecto de folclore electrónico gallego encabezado por Alejandro Guillán se ganó tanto a baleares como a los que acudían al festival bajo la insignia de la marca de cerveza gallega. Sonaron temas de su último disco Barullo acompañado de la percusión de Xosé Luis Romero, sus pandereteiras habituales, Alejandra y Andrea Montero de Lilaina, y de Antía Ameixeiras a la voz de temas como Sísamo.
El público se dejó llevar por la potente percusión de los panderos, panderetas e incluso conchas e incluso hubo quien se animó a bailar alguna muñeira. Como reza su canción Morriña, “ninguén sabe de morriña, ata que escapa do mar” y da igual que ese mar sea el Mediterráneo o el océano Atlántico.
La propuesta musical del Son Estrella Galicia Posidonia, además de ser secreta, se sale del cartel manido de otros muchos festivales y apuesta porque los asistentes descubran nuevos sonidos. “La música queríamos enfocarla de un modo diferente, yo no me veía dependiendo de tener que pagarle a uno para que la gente compre entrada, me parecía entrar en una trampa, un bucle que solo iba a llevar costes, decepciones y muchas cosas con las que no queríamos asociarnos con otros festivales”, señala Martiñán, quien asegura que en un primer momento nadie conocía a los artistas.
“Una vez que teníamos lo principal que era la música, la idea era darle más protagonismo al lugar donde estábamos y no solo la postal del agua azul, el atardecer y el rincón. Todo lo que hay en la isla, que es mucho más”, explica.
Para la segunda noche del festival, el plantel electrónico más internacional se mezcló con los sabores nacionales en el Gecko Hotel & Beach Club. La bebida a cargo de la cata de cervezas de Estrella Galicia, que presentaba su nuevo pedal de guitarra a raíz del proyecto A qué suena tu cerveza que busca una similitud entre los elementos de la cerveza y los instrumentos musicales. Y, por supuesto, la comida mediante el menú propuesto por la chef Vicky Sevilla, que realizó un show cooking de todos los platos, pese a que el público se impacientaba por comer antes de tiempo.
La propuesta gastronómica se compuso por empanadillas casera de longanizas y habas, y de cebolla y queso, tartar de atún rojo, salsa de tomate y vino manzanilla, y gel de piparras, un saam de cochinillo a baja temperatura y una burger de blanquet y anguila con salsa tártara.
Mientras el público disfrutaba de la comida a cargo de Sevilla, sonaban en el escenario Nubiyan Twist, el numeroso conjunto británico que llenaba literalmente el escenario y que aúna sonidos jazz, afrobeat o funk. A ellos le siguió la locura que despertó la energía de rave del keniata Kabeaushé, que se entregó lanzándose entre el público, que desapareció de las barras para entregarse a una catarsis colectiva y enérgica de la mano de sus sonidos electrónicos.
El colofón de la noche lo pusieron los veteranos hermanos belgas, David y Stephen Dewaele, que pusieron durante dos horas al público a bailar mezclando sonidos más retro de grupos como New Order a otros sonidos más nuevos como el Von Dutch de Charli XCX o el Bizcochito de Rosalía. Pero el guiño a España no solo estuvo ahí, también introdujeron el Así me gusta a mí de Chimo Bayo y su “esta sí, esta no” icono de la ruta del Bacalao. Los asistentes al festival pudieron disfrutar el domingo de una nueva propuesta culinaria marcada por los sabores de la isla y otros conciertos en formato reducido y acústico como el de la cantaora Rocío Luna.
De cara al futuro, Martiñán asegura que le gustaría que esta experiencia no solo fuera para 350 personas y que la pudiera “vivir más gente”, pero no pasaría por ampliar un aforo. Asegura que se ha planteado hacer varias ediciones, no necesariamente ligadas a Formentera. “La localización es la clave, es lo que te define, generar beneficio en destino e impacto en el destino, para mí es la clave”, señala. “El concepto no sería el mismo, en Galicia sería un concepto diferente, en el sur también”, añade. La clave de este festival exclusivo es Formentera y la parte esencial del mismo seguirá siendo la isla.