Tenemos un problema que se llama soledad no deseada juvenil
Uno de cada cuatro jóvenes españoles se sienten solos: ¿a qué se debe y cómo se puede prevenir?
Si a cualquiera le pidieran que cierre los ojos y piense en una persona que sufra soledad, es posible que su imaginación esboce a alguien anciano, que viva solo y que no reciba muchas visitas de sus familiares. Sin embargo, los datos hacen añicos ese estereotipo: aunque son muchísimas las personas mayores en situación de soledad no deseada, en España el 70% de los jóvenes la sufre o la ha sufrido en algún momento de su vida.
Es una de las conclusiones de un reciente estudio del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada SoledadES, impulsado por la Fundación ONCE en colaboración con Ayuda en Acción, del que también se desprende que el 25,5% de los jóvenes españoles de entre 16 y 29 años se siente solo actualmente. O lo que es lo mismo, uno de cada cuatro.
“Por la longevidad, se piensa que afecta mayoritariamente a las personas mayores, pero cuando hacemos los estudios descubrimos que en este momento el colectivo que más expresa el sentimiento de soledad no deseada, de soledad que duele, es el de las personas jóvenes", resume Matilde Fernández, presidenta del Observatorio.
Como recalca, este problema "transita todas las edades y todas las clases sociales" y afecta "a niños, a jóvenes, a hombres, a mujeres, a personas de minorías, etc". "La soledad es soledades", recalca.
Lo mismo subraya Andrés Losada, catedrático de psicología y coordinador técnico del proyecto Hablemos de soledad no deseada del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid: "Se habla mucho de soledad, pero soledades hay muchas. Hay tantas soledades como razones por las que uno se siente solo".
En el caso concreto del estudio del Observatorio Estatal, se constató que la soledad juvenil afecta más a mujeres (31,1%) que a hombres (20,2%) y, por edades, en mayor medida a los que tienen entre 22 y 27 años. También tienen relevancia en este problema el desempleo, la pobreza, situaciones de acoso escolar o laboral, la mala salud física o mental, la discapacidad, ser migrante o pertenecer al colectivo LGTBI.
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"No es tanto que estés solo como tal, sino que tú lo sientas"
A Zoe, de 22 años y procedente de un municipio de Madrid, la soledad no deseada le llegó justo tras el estallido del covid, que coincidió con su ingreso en la universidad en la capital. "Estás mucho tiempo esperando ese momento, todo el mundo te habla de la vida universitaria, de los amigos y todo lo que vas a hacer y justo llega una pandemia y te impide hacer todo eso", cuenta.
Se le juntó el aislamiento social impuesto por la situación con las clases online y no terminar de conocer a sus compañeros, algunos de los cuales ni encendían la cámara. Y, al levantarse las medidas, "no conoces ni a la mitad de las personas, seguían las mascarillas y no reconoces tampoco a nadie". "No tienes esas habilidades de 'voy a lanzarme', porque acabas de pasar por un evento importante, la entrada a la universidad, y una circunstancia histórica que no se podía prever, y ambas cosas te impiden decir 'venga, voy a socializar", relata sobre su caso.
"Incluso aunque tengas tu grupito de amigos es muy fácil llegar a sentirte solo. Te acompañan, pueden estar en clase con ellos, puedes tener una relación fuera de las clases, pero muchas veces, acompañado también de cosas como ansiedad social, cuesta", reflexiona. "La soledad no deseada no es tanto que estés solo como tal, sino que tú lo sientas. Es un sentimiento doloroso, frustrante: sabes que hay gente ahí, pero no puedes relacionarte o, a lo mejor, piensas que no le importas a nadie. Muchas veces piensas que podrías contar algo a otro, pero sientes: '¿y si no le interesa?", expone.
Como recuerda la psicóloga María Gómez (@merigopsico), "necesitamos ser parte de un grupo y somos seres sociales desde que nacemos". Como indica la experta, que además es autora de La buena compañía (Temas de hoy), "cuando le preguntas a alguien cuál es su mayor miedo, siempre te suelen decir que la soledad o la muerte de alguien, que también está muy relacionada con la soledad".
"Creo que es muy importante poner el foco en la calidad de nuestras relaciones. Ahora que la era en la que vivimos es un poco más individualista y se habla mucho del amor propio y de aprender a estar sola, que es algo muy positivo, es utópico decir que aprendas a estar sola y ya está, porque en algún momento vas a necesitar de los demás", piensa. "Las personas que disfrutan estando solas realmente lo hacen porque tienen una red segura a la que poder acudir cuando quieran", agrega.
Matilde Fernández, presidenta de soledadES, señala que "la soledad aparece en las personas fruto de las pérdidas", ya sean de relaciones familiares, sociales o "pérdidas que tienen que ver con la salud y con otro tipo de incomunicaciones". También por rupturas, enviudar, nidos vacíos, muertes de seres queridos, jubilaciones, cambios de lugar de residencia... "Perdemos esas conexiones con personas con las que hacíamos cosas", apunta, a lo que hay que sumar el aislamiento que pueden producir "la enfermedad o la discapacidad".
Un coste para la salud y para la economía
Como la pescadilla que se muerde la cola, sufrir soledad no deseada, se sea joven o no, tiene a su vez consecuencias sobre la salud. "Las personas que se sienten solas, y eso lo dicen todas las encuestas, tienden a verse menos sanas de lo que realmente están, porque ahí hay un elemento de tristeza, de negativismo", incide la presidenta del Observatorio.
Como manifiesta, cuando una persona verbaliza en atención primaria que se siente sola, esto suele estar relacionado con una mayor frecuentación al médico de cabecera, de la atención especializada y de las urgencias. "Cuando analizas el consumo de fármacos, hay uno significativo de tranquilizantes, relajantes, antidepresivos y estimulantes. Y cuando le preguntas sobre su estado de salud, es de mayor solicitud de medicamentos de la familia que tiene que ver con el corazón", prosigue, puesto que se asocia, por ejemplo, con la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares.
Como condensa Andrés Losada, la soledad no deseada se relaciona, en cuanto a salud física, "con problemas cardiovasculares, fundamentalmente". "En salud mental, está muy relacionada con la depresión y, en los extremos más graves, con el suicidio y la intención suicida", sentencia.
En total, el Observatorio calcula que los costes sanitarios de la soledad no deseada representan 6.101 millones de euros anuales, el 0,51% del PIB en España. Además, como reduce la productividad por disminución del tiempo de trabajo y muertes prematuras, ocasiona unas pérdidas de productividad anuales de más de 8.000 millones de euros.
La paradoja de las redes sociales
En el caso de los jóvenes, Zoe nota que muchas personas "siguen pensando que la soledad es un fenómeno de personas de la tercera edad" y no se plantean que le pueda ocurrir a los de menos edad: "Mira todo lo que hay ahora, podéis hacer todas actividades, tenéis tantas opciones de ocio, ¿cómo te va a pasar a ti esto si tienes tantos recursos?". Sin embargo, destaca la paradoja de las redes sociales, que permiten la conexión instantánea con multitud de personas: "A lo mejor es más fácil que nunca mandar un WhatsApp, hacer una videollamada, tirarte horas hablando con una persona, pero aun así, ese sentimiento de soledad traspasa las cosas virtuales. Por mucho que tengas redes, esa cosa de decir 'pues voy a hablar más con mis amigos' a lo mejor no pasa, tener ese recurso ahí no implica usarlo. También puede jugar el otro efecto: como me siento más solo cuando estoy con gente, puedo enmascararme un poco detrás de las redes, porque puedes poner un comentario... no estás interactuando directamente", reflexiona.
"No producen demasiadas satisfacciones las redes", subraya Matilde Fernández. "Están bien, y más si se educa, forma y preparara las personas para utilizarlas adecuadamente y que no le ocupen demasiado tiempo sin satisfacciones, pero las personas necesitamos el contacto con otras personas", opina.
La psicóloga María Gómez argumenta, por otro lado, que "siempre se habla de la parte mala de las redes sociales, pero hay una parte muy buena": "Puedes conocer a personas con las que compartes gustos, tener una comunidad aunque sea dentro de las redes y, quizá, conocerlas en persona". "Hay mucho sentido de comunidad en las redes sociales y mucho acompañamiento", destaca, por lo que "en gente que, desafortunadamente, su realidad no es muy agradable, tiene un sentido que encuentren un apoyo a través de la pantalla".
Cómo se previene y qué soluciones hay para la soledad no deseada
Para Gómez, algo que puede romper el aislamiento es tratar de moverse en otros círculos. "Pienso en personas que igual no tienen suerte en el colegio o en el instituto y no encuentran amigos que compartan sus valores o gustos", indica.
A Zoe, por ejemplo, algo que le ayudó fue apuntarse a un voluntariado ambiental de Ayuda en Acción. "Hemos tenido un grupo de WhatsApp todos los que participamos, donde nos pasamos ofertas de voluntariado, de trabajo... Es una pequeña comunidad bastante interesante porque se juntan un montón de personas que tienen características personales que a lo mejor son más favorables a querer ayudar a otros y ayudarse entre ellas", cuenta.
También acudió a terapia, aunque en su momento, reconoce: "No lo vi, no lo comenté y no pedí ayuda". A otros jóvenes que puedan pasar por una situación como fue la suya les diría que el primer paso es identificarlo: "Muchas veces es fácil que te quedes con 'estoy triste, tengo ansiedad', pero es importante saber de dónde viene, porque como no se asocia a los jóvenes no eres ni el primero en decir 'pues a lo mejor es que me estoy sintiendo solo". Lo segundo, para ella, es contarlo, para que los amigos más cercanos o la familia puedan estar atentos: "Y si se tiene la posibilidad, que muchas familias no la tienen, trabajarlo con un profesional que te pueda ayudar".
El catedrático Andrés Losada incide en que es necesaria la prevención y "tratar de hacer un enfoque muy amplio, en el que hubiese una aproximación clara de la sociedad": "Habría que facilitar que las personas puedan tener contacto con otras, acceso a áreas de valor y a poder realizar actividades que realmente se relacionen con sus intereses".
En particular, además, señala que habría que favorecer el acceso a recursos "a las personas que tengan más vulnerabilidad a padecer la soledad": "Por ejemplo, en términos de ayuda para temas de salud mental que hay, desde mi punto de vista, pocos recursos".
A su modo de ver, el tipo de estrategia de intervención depende de los motivos que hayan llevado a la persona a sentirse sola, puesto que no es lo mismo que sea por enviudar o "un adolescente o una persona joven, que la razón que le lleve a la soledad pueda ser un problema de habilidades sociales o algún tipo de dificultad para salir adelante en la sociedad, porque ahora no hay, desgraciadamente, grandes oportunidades para los jóvenes, o al menos esa es la sensación que da, que la vida está muy difícil para ellos".
Matilde Fernández coincide en que hace falta que la soledad no deseada "esté en la agenda política de la sociedad" y que "estemos sensibilizados con que es un problema en el que con prevención y con colaboración de un voluntariado, con trabajos de dinamización de barrios, pueblos y municipios avanzamos muchísimo".
Además, la presidenta del Observatorio ve necesario que "las administraciones públicas incorporen en su agenda un plan estratégico sobre la soledad y que se asuma que las soledades son una tarea transversal", puesto que "no es algo que sólo le corresponda al Ministerio, a la consejería o a la concejalía de derechos sociales, sino al conjunto de la administración". Como detalla, "atajar la soledad implica un mejor uso de los equipamientos públicos, que éstos sean intergeneracionales y comunitarios".
"La prevención y la atención cuando se detecta un malestar social en la infancia es una forma maravillosa e importantísima de prevenir que no aparezca soledad no deseada en la juventud y en la madurez", apostilla.