Los dietistas piden que evites este tipo de quesos a toda costa
Se trata de variedades que son una bomba calórica y tienen un bajo valor nutricional
El queso es un complemento ideal para muchos platos, potenciando su sabor y aportando calcio valioso a nuestra dieta. Sin embargo, conviene recordar que algunos productos de este tipo deberían aparecer en nuestras mesas sólo de forma ocasional, según aconsejan los expertos en nutrición.
Y nos dan primero unas primeras pistas. Si quieres hacer la mejor elección, recuerda tener en cuenta tres cosas. Primero, asegúrate de que el queso contenga naturalmente poca grasa; segundo, evita los quesos procesados, y, tercero, controla la cantidad de sodio en el queso (lo mejor es mantenerlo lo más bajo posible). Aunque muchos quesos tienen un sabor delicioso, comerlos con frecuencia puede tener efectos negativos para la salud.
Éstos son los quesos que deberías evitar, según los nutricionistas, o consumir en ocasiones muy excepcionales, básicamente porque son una bomba calórica y tienen un bajo valor nutricional.
El queso procesado, es una de las peores opciones. Se producen a altas temperaturas (entre 90 y 99 grados centígrados), lo que hace que pierdan gran parte de su valor nutricional. Además, contienen conservantes, emulsionantes, saborizantes y endurecedores, lo que no los hace recomendables para el consumo diario.
Además, es un producto altamente procesado y de bajo valor nutricional, pero alto valor energético y alto contenido en polifosfatos. Todos estos son estabilizadores, emulsionantes y fundentes. Pueden alterar el equilibrio electrolítico y provocar alergias, como ha explicado la dietista Aleksandra.
Los quesos procesados contienen grasas vegetales hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas, incluido el aceite de palma y su alto contenido de ácidos grasos saturados y grasas trans, que se producen durante el proceso de endurecimiento, se considera, perjudiciales para la salud. Además, estos productos suelen contener almidón modificado, conservantes, saborizantes y colorantes artificiales que pueden provocar reacciones alérgicas.
Otro aspecto a tener en cuenta es que la composición del queso fundido suele estar enriquecida con fosfatos y sales emulsionantes, cuya finalidad es facilitar que lo untemos sobre el pan y que mantenga una consistencia uniforme. Sin embargo, su exceso puede acumularse en los vasos sanguíneos, lo que a su vez aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y aterosclerosis.
Otro queso con el hay que estar alerta es el mascarpone. Es un queso italiano de sabor ligeramente dulce, muy utilizado en postres, a pesar de su atractivo, es rico en grasas (hasta el 50% de su composición) y colesterol, lo que aumenta el riesgo de aterosclerosis. Las personas con problemas cardiovasculares o hepáticos deben evitarlo.
También el gruyere, un queso suizo con notas de nuez que, según los nutricionistas, puede resultar problemático. Aunque madura mucho tiempo y es excepcionalmente sabroso, es muy graso y rico en calorías. Las personas que se preocupan por su sistema cardiovascular deberían elegir alternativas más saludables.
El queso Limburger es conocido por su intenso olor y consistencia cremosa y resulta perfecto para acompañar tostadas o sándwiches. Sin embargo, su método tradicional de producción, de granja, conlleva el riesgo de que las bacterias se multipliquen durante el enjuague del queso, lo que puede provocar una intoxicación alimentaria.
Y, finalmente, el cheddar. Se trata de un queso duro, elaborado con leche de vaca, que se caracteriza por un sabor agrio único y un color específico. Y, aunque aporta vitamina A y calcio, tiene un alto contenido en sal y grasas.