Dos 'ex' de la OMS no ven justificación científica en la equiparación del tabaco calentado con el convencional

El Consejo de Ministros aprobó el pasado 16 de enero un Real Decreto mediante el cual se establece la obligación de etiquetar el tabaco calentado con las mismas advertencias que un cigarrillo. Pero no solo eso, sino que se prohíbe la venta de tabaco calentado que contenga aromas característicos.

Se trata de una medida impulsada tanto por la OMS como por Europa para reducir el número de fumadores. Sin embargo, coincidiendo con esta medida tomada en España, reputados expertos que han acudido al Foro Latinoamericano de Nicotina y Reducción de Riesgo -celebrado estos días en Panamá- no están de acuerdo con que se tomen este tipo de decisiones.

Como recoge El Digital Panamá, los asistentes aseguran que las políticas contra los vapeadores y otros productos de tabaco sin humo "no tienen soporte científico". Según Rafael Lara Liy, catedrático de la Universidad Autónoma de México, "hay una campaña de desinformación absoluta" al respecto de este tipo de tabaco de calentamiento, motivo por el cual "se presentan prohibiciones sin que existan motivos reales para hacerlas".

Lara cree que es primordial que se analice la situación para poder reconocer y atender el problema del tabaquismo: "Es necesario que el gobierno, antes de determinar las políticas públicas, conozca la evidencia científica y haya propuestas acordes a la realidad". Así pues, sentenció que "no puede haber una prohibición abierta si no hay alguna razón".

Durante el Foro se ha tratado el tema del tabaco calentado y los vapeadores como un método para reducir las tasas de tabaquismo en todo el mundo. Este tipo de tabaco, aunque es perjudicial de igual modo para la salud, presenta menos riesgos que el de combustión.

Un punto de vista compartido por 'ex' de la OMS

Los epidemiólogos Robert Beaglehole y Ruth Bonita acaban de publicar un artículo en la prestigiosa revista científica The Lancet en el que hablan sobre aprovechar la reducción de daños del tabaco. Ambos piensan que la reducción de daños del tabaco debería ser una estrategia del Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco (CMCT), al igual que las medidas de reducción de la demanda y oferta de estos productos.

"No hay justificación científica para la posición de la OMS sobre que los cigarrillos electrónicos y otros nuevos productos de nicotina deberían recibir el mismo trato que los productos del tabaco", esgrimen. Y aseguran que "esta postura pasa por alto un enfoque proporcional al riesgo".

Apoyan este punto de vista basándose en datos: en algunos países la reducción del tabaquismo ha coincidido precisamente con la llegada de productos de tabaco novedosos, como los cigarrillos electrónicos. El ejemplo más claro es el de Nueva Zelanda, donde ha disminuido la prevalencia de fumadores diarios en un 49% en 5 años tras la llegada del tabaco de calentamiento.

La primera explicación que ambos expertos encuentran a este tipo de medidas es el desconocimiento sobre los efectos a largo plazo de los cigarrillos electrónicos. "Aunque el vapeo no es inocuo, especialmente para quienes no fuman, es probable que los riesgos de que haya un daño sustancial a largo plazo sean bajos", razonan, sobre todo al compararlos con el tabaco de combustión.

Y la segunda es la creencia de que la amplia disponibilidad de tabaco de calentamiento haga que más jóvenes fumen. Afirman que "aunque la proporción de jóvenes no fumadores que vapean está aumentando, sigue siendo bastante baja".