El hombre que más sabe de felicidad del mundo comparte cuál es el secreto para alcanzarla
Robert Waldinger, profesor de psiquiatría en Harvard y director del mayor estudio jamás realizado sobre felicidad, presenta 'Una buena vida'.
Desde hace 85 años investigadores de Harvard llevan intentando responder a una pregunta aparentemente simple: ¿qué nos hace felices? Si hubiera que resumir tantas décadas de estudio en una frase, su conclusión sería que los más felices no son ni los más ricos, ni los más sanos, ni quienes gozan de un mayor reconocimiento: el secreto está en las relaciones personales.
En otras palabras, las de Robert Waldinger, profesor de psiquiatría en la Harvard Medical School y cuarto director de este estudio, el mayor realizado jamás sobre felicidad, la definición de felicidad es sencilla: “Participar en actividades que tienen sentido para mí y estar conectado con gente que me importa”.
Waldinger, considerado el mayor experto mundial en felicidad, ha visitado España estos días para presentar Una buena vida (Planeta), un libro que ha escrito junto su colega Marc Schulz, en el que cuentan los entresijos de la investigación y dan las claves para tener una vida mejor y más plena.
¿Le parecemos un país feliz? “Sí, creo que sí”, contesta. “Es un país muy amistoso, muy simpático. En el hotel, por la calle, todos son muy amables. No son cerrados. En Estados Unidos, en Nueva York o en Boston, donde vivo yo, la gente es más seria”, añade.
Haciendo el esfuerzo de hablar en español, responde a qué aplica a su propia vida de lo que ha aprendido en sus investigaciones: “Cuido mucho mejor mis relaciones sociales. Como profesor, como académico, yo podría trabajar todo el tiempo, 24/7 como decimos en inglés. Cuando mis hijos se fueron de casa, no tenía distracciones, y mi mujer igual. Ahora entiendo que necesito cuidar mis relaciones para mantenerlas. Hago planes con mis amigos para cenar, dar un paseo, cualquier cosa, dos o tres veces por semana”.
El Estudio Harvard sobre el desarrollo en adultos nació en Boston, en un contexto en el que Estados Unidos luchaba por salir de la Gran Depresión. Dos grupos de investigadores no relacionados entre sí empezaron sendos proyectos en los que seguían de cerca a dos grupos de chicos bien distintos: 286 alumnos de Harvard y 456 de barrios marginales de Boston. Aunque empezaron por separado, los dos estudios terminaron convergiendo en uno solo para continuar registrando cómo eran sus vidas década tras década.
“Es casi imposible que un estudio dure tanto tiempo, porque la mayoría paran a los cinco o diez años porque pierden la financiación, los directores mueren... muchas cosas pueden pasar”, resalta Waldinger, que alaba la dedicación de sus predecesores, que incluso mandaban cartas de agradecimiento a los participantes después de que rellenaran los cuestionarios. En su opinión, en esos esfuerzos por cuidar el vínculo reside la clave de la longevidad del estudio.
Admite que es “ridículo” que en el grupo inicial no hubiera ninguna mujer —sí se encuestó a las esposas de los participantes—, sesgo que achaca a los tiempos en los que vivió la primera generación de investigadores. Está seguro de que, de haber sido inclusivo “los resultados hubieran sido distintos” puesto que ellas “cuidaban mucho mejor las relaciones en la comunidad, con sus familias...”.
Qué podría hacer la política por nuestra felicidad
Sobre qué medidas podrían tomar los gobiernos para mejorar la felicidad de la población, señala que “hay mucho que pueden hacer y no hacen”. “Las desigualdades económicas son muy importantes para la infelicidad. En Estados Unidos las desigualdades están creciendo y esto un problema muy grande para la sociedad, para el bienestar de la población, y también para la estabilidad política. A muchos nos preocupa este problema, pero hay programas para igualar, esa red de seguridad con mejores seguros de salud, ingresos garantizados... Hay políticos que quieren avanzar en estos programas y hay otros muy poderosos que no quieren”, opina.
El investigador desconocía que en España existe el ingreso mínimo vital, pero se muestra partidario de iniciativas similares: “Esto es lo que necesitamos. Los economistas entienden que los datos nos demuestran que el ingreso mínimo es una parte importante para garantizar el bienestar de la sociedad. Pero los ricos en los Estados Unidos no quieren hacerlo".
Waldinger también reflexiona sobre “la pandemia de soledad” y el papel que tienen los móviles y redes sociales: “Sabemos que las pantallas pueden conectarnos, pero también pueden aislarnos”. Pero todo depende de cómo se usen: “Hay investigaciones que enseñan que cuando usamos las redes sociales activamente, para conectar con otras personas, el bienestar sube, pero cuando lo hacemos pasivamente, para consumir los feeds de otras personas, esas vidas editadas, entonces el bienestar baja y suben los niveles de depresión, ansiedad...".
El secreto de las parejas más felices
De algo de lo que también deberíamos tomar nota es de los lamentos más comunes que refirieron los participantes del estudio al final de sus vidas. “Entre los hombres, el arrepentimiento más común era que pasaban demasiado tiempo en el trabajo y poco conectando con sus seres queridos", explica el investigador.
En el caso de ellas, muchas dijeron “que habían pasado demasiado tiempo preocupándose por lo que pensaran otras personas, y ajustando su vida a las expectativas de los otros en vez de vivir con autenticidad”.
Las parejas más longevas del estudio también dejan otra lección. Según observaron los responsables del estudio, las que más tiempo llevaban juntas tenían en común que había “mucho respeto entre los dos” y que también “cada uno entendía que el otro iba a cambiar durante la vida, y que uno mismo va a cambiar”. “Todos cambiamos durante la adultez y es muy importante no esperar que tu pareja vaya a quedarse igual y respetar y a veces celebrar los cambios en la otra persona”, recalca Waldinger.
El experto también subraya que se prestaban atención mutuamente, pese al paso de los años: “Hay un estudio muy interesante con parejas en relaciones muy recientes y parejas con relaciones muy largas. La pregunta era cuáles conocían mejor a la otra persona y se encontró que las parejas recientes se conocen y se entienden mejor que las más largas. ¿Por qué? Porque al principio estamos muy concentrados, prestamos mucha atención al otro, pero cuando se llevan 20 años juntos no prestamos tanta. Por eso las parejas más felices continúan prestando atención al otro, siguen interesadas en la otra persona”.
Él mismo, que es maestro Zen, aplica una instrucción de meditación a su propia relación: “Es 'busca algo que está aquí ahora que no habías notado antes'. Así traigo curiosidad a mi pareja".
El reto de criar a unos hijos más felices
Para que las siguientes generaciones sean cada vez más felices, el investigador piensa que habría que inculcar a los hijos “los valores importantes”: “Por ejemplo, sabemos que la riqueza, la fama, ganar premios... no nos hace felices, pero muchos padres quieren que sus hijos lleven vidas basadas en ganar mucho dinero, de hacerse famosos, esas cosas. Creo que lo más importante es enseñar a los niños a buscar las cosas que les dan energía, las que aman”.
“Yo podría ganar mucho más dinero del que gano, pero he elegido no ganar tanto porque hago las cosas que me gustan más”, pone como ejemplo.
Defiende además la importancia de “vivir como un modelo para los niños”, porque “se fijan en nosotros y son muy buenos observadores de nuestro comportamiento”. Como relata, en algunos colegios e institutos de Estados Unidos se imparte educación socioemocional, con clases “sobre las emociones, los conflictos en las relaciones y cómo resolverlos o el bullying y cómo defenderse y cómo defender a otros".
“Hay estudios sobre miles de estudiantes y se ha encontrado que, comparados con los que no tienen estas clases, son más felices, su comportamiento en el colegio es mejor, no consumen drogas con la frecuencia de los otros y tienen mejor desempeño en matemáticas, literatura, etc. Es una intervención muy poderosa”, explica. Todo lo contrario a “una pérdida de tiempo”.