"Intentar ver continuamente todo de color de rosa ni es posible ni es sano"
Entrevista con el psicólogo Miguel Ángel Rizaldos, autor de '¿Ser frágil es malo?'.
Ser frágil tradicionalmente se ha visto como una debilidad, como algo que esconder y tapar bajo una máscara de fortaleza. Sin embargo, en lugar de ser un motivo de sufrimiento, "podemos hacer de la vulnerabilidad una de nuestras principales aliadas". Así lo defiende Miguel Ángel Rizaldos, psicólogo clínico con tres décadas de experiencia.
"Debemos aprender a aceptar las emociones que consideramos negativas y convertirlas en herramientas que nos hagan más fuertes", explica en su nuevo libro, titulado ¿Ser frágil es malo? Aceptar tus vulnerabilidades te hace más fuerte (Plataforma Editorial).
En él, con el respaldo de la psicología y la neurociencia, da las claves para entender y manejar esas fragilidades, que van desde la timidez al dar excesivas vueltas a las cosas, pasando por el perfeccionismo, la impulsividad o la dependencia de los demás para ser feliz.
Todo, con el objetivo de llegar a ese "punto de inflexión", la aceptación. Como aclara, "no quiere decir que te guste ni que te parezca justo" lo que te pasa.
¿Cuál sería la definición de ‘fragilidad’ desde la psicología?
La fragilidad sería todos esos elementos, esas características que tenemos los seres humanos que nos hacen más vulnerables, que nos hacen a veces pasarlo mal y sentirnos mal. Aquí no hay nadie infalible, no hay nadie que no tenga ningún tipo de vulnerabilidad. De niños y en la adolescencia, todos tenemos cosas que hemos aprendido negativamente y podemos ser más tímidos, o tener vergüenza, o tener una mente que a veces le da muchas veces a las cosas, tener demasiada sensibilidad, ser perfeccionistas...
¿La pandemia nos ha facilitado el exteriorizar estas fragilidades que tenemos?
Ha sido un elemento significativo. La pandemia ha hecho que a lo mejor salgan a flote esas vulnerabilidades, porque en situaciones de mayor estrés, nos desbordamos.
Y a la hora de expresarla, ¿lo tienen más difícil los hombres?
Puede ser que a lo mejor antes era más significativo en hombres. Creo que depende más de la persona: hay personas que son más de ventilar las emociones, que es verdad que eso es más sano porque te ayuda a encauzarlas, y otras a las que les puede costar más. Los que nos cuesta más expresar las emociones por lo menos tenemos que tener claro que es bueno, que no es malo.
Dices una frase que es “No se trata de no ser frágil, sino de saber que la fragilidad forma parte de ti”. Este es un aprendizaje que, en general, no tenemos muy hecho, ¿no?
Claro. Esa es un poco la idea del libro. Al final ser frágil no es que sea malo, es que es humano. Y si somos capaces de aceptarlo, lo vamos a llevar mucho mejor. Vamos a tener las herramientas para que el desbordamiento que suframos por esa fragilidad sea lo menor posible. Porque estar, van a estar ahí.
Hay un capítulo que lo titulas ‘Pensar está sobrevalorado’. ¿Por qué dice esto un psicólogo?
[Se ríe] Puede sonar un poco fuerte, pero es verdad. Normalmente, lo que hacemos no es reflexionar, es rumiar. Y rumiar es darle vueltas a lo mismo. Es mucho más sano escribir, es mucho más sano contar, que pensar, porque tendemos a entrar en bucle y ahí no hacemos nada. Y una cosa muy importante que sabemos en psicología, no podemos controlar lo que pensamos, sentimos y recordamos. Lo que podemos controlar es, de lo que pensamos, a qué darle importancia, de lo que sentimos, a qué darle importancia y de lo que recordamos, a qué darle importancia. Entonces, pensar está sobrevalorado.
Y hablas también de optimismo inteligente. Esto, ¿qué es? ¿Cómo debería ser el pensar en positivo?
Ahora se cree mucho en la dictadura de Mr. Wonderful, ver todo de color de rosa. Y es verdad que eso no es real. No se trata de dar la vuelta a las cosas negativas para verlas positivas, porque hay cosas que, por más que les des vueltas, siguen siendo negativas. Eso que decían a veces de que la pandemia va a ser una oportunidad. En ningún caso, la pandemia ha sido un horror y, como poco, nos ha hecho perder un tiempo. La gente ha perdido la salud, la vida o a seres queridos. Es lo que llamamos el positivismo tóxico, intentar ver continuamente todo de color de rosa ni es posible ni es sano. A veces te engañas.
La idea del optimismo inteligente es ser más realista, pero viendo las alternativas de solución al problema... si hay solución. Si no la hay, pues aceptar que no la hay o que no depende de ti.
Describes en otro capítulo la timidez con un ejemplo de animales: el más atrevido se lleva mejores presas y mejores parejas, pero el tímido sobrevive más. ¿No es tan malo ser tímido, no?
Efectivamente. Hay culturas que, al contrario, que el ser tímido lo ven como una buena característica, por ejemplo, en Japón. Sin embargo en otras, como la americana, casi lo ven como un problema. Pero es verdad que hoy sabemos que los tímidos han sobrevivido gracias a eso: nunca estaban en primer plano. No es una característica mala.
Por tu experiencia diaria en consulta, ¿cuál es la fragilidad más frecuente? ¿O no puedes elegir una sola?
Sería complicado. Las que describo en el libro se ven con muchísima frecuencia, desde las personas que tienen mentes que son muy buenas, muy rápidas a la hora de aprender, de ser creativo, pero también a la hora de comerse la cabeza, se la comen como nadie. También la timidez y la vergüenza aparecen con muchísima frecuencia. La alta sensibilidad, que son personas que disfrutan mucho de las cosas pero sufren como nadie. La impulsividad, el perfeccionismo, el ser dependiente de otras personas para ser feliz, el tener una baja autoestima, la ansiedad...
Una de las claves que das para manejar la fragilidad es la aceptación, que dices que no es resignarse.
La aceptación puede tener mala prensa, pero en psicología sabemos que es el punto de inflexión. Aceptar no quiere decir que te guste, no quiere decir que creas que es justo lo que te pasa, o, al contrario, que cosas que te merecerías por lo que estás luchando y no llegan nunca. ¿Es injusto? Sí. Aceptar quiere decir que dejas de quejarte. Sabemos que la queja es como una mecedora, se mueve pero no avanza, y ahí te quedas instalado en la queja.
También a nivel personal, hay características de uno que no te gustan, tanto físicamente como de cómo se es cómo persona. Estamos continuamente intentando ser quien no somos, pidiendo peras al olmo, y habrá cosas que podrás cambiar, modular, manejar y otras que no y que tienes que aprender a aceptar.