Qué es la fatiga por compasión y cómo puedes saber si la sufres

Qué es la fatiga por compasión y cómo puedes saber si la sufres

Tarda semanas, a veces meses o años, en dejarse notar.

LECHATNOIR VIA GETTY IMAGES

La pandemia, los tiroteos en colegios, la viruela del mono, la restricción de los derechos abortivos, crímenes racistas, la incipiente crisis de salud mental... Son tantas las malas noticias que leemos en la actualidad que es difícil no dejarse invadir por malas energías.

El trauma que puede soportar una persona tiene un límite antes de que empiece a deteriorar su salud mental y física. Cuando estás expuesto a un estrés continuo, como nos ha ocurrido a todos en los últimos años, es natural sufrir fatiga por compasión, un tipo de agotamiento por empatía que puede producirse después de estar excesivamente expuesto a acontecimientos negativos.

La fatiga por compasión es diferente según la persona, pero lo esencial es que deja a las personas sintiéndose agotadas, distanciadas, desconectadas emocionalmente e impotentes. Por ejemplo, tal vez te sientas indiferente ante terribles tiroteos o ante las noticias que llegan de Ucrania.

La fatiga por compasión no aparece de la noche a la mañana. Tarda semanas, a veces meses o años, en dejarse notar. Para cuando la mayoría de las personas se dan cuenta, ya lleva un tiempo deteriorando su salud en silencio.

“Por lo general, vamos entrando poco a poco en un estado en el que cada vez somos menos capaces de afrontar el estrés de los nuevos acontecimientos y, por lo tanto, cuando recibimos malas noticias, puede que no tengamos la reserva emocional suficiente para hacerle frente”, explica el doctor Sheehan D. Fisher, profesor asociado de Psiquiatría de la Universidad Northwestern.

Estas son algunas de las señales de que podrías estar sufriendo fatiga por compasión: 

Un cambio de conducta

Algunas personas empiezan a notar un estado de ánimo distinto y a sentirse más irritables a diario. Las personas con fatiga por compasión tienden a desarrollar una visión más pesimista del mundo y empiezan a perder la esperanza.

“Se sienten infelices o apáticos, o les cuesta más mantener la compasión o la empatía habituales”, explica Jessica Stern, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York.

La fatiga por compasión también puede provocar cambios en la función cognitiva, lo que afecta a la capacidad de las personas para pensar con claridad y tomar buenas decisiones, según muestran las investigaciones. 

Sensación de fatiga o agotamiento mental

Cuando uno se expone repetidamente a un trauma y se encuentra en un estado constante de lucha o huida, es normal sufrir agotamiento y fatiga, asegura Stern. Al principio, la fatiga por compasión puede parecer una montaña rusa, con momentos de gran tensión o de agotamiento.

Con el tiempo, el agotamiento se impone. “Con el tiempo, te darás cuenta de que los ‘momentos de tensión’ se van diluyendo hasta que al final solo queda el agotamiento y la fatiga”, explica Stern.

Suele ser más común en las personas que sienten que han perdido el poder de decisión sobre lo que ocurre en su vida. “Cuanto más sientan que no tienen forma de arreglar el problema y que simplemente el problema no tiene solución, es más probable que empiecen a sentirse fatigados por ello, porque no sienten que haya una forma de cambiar las cosas”, expone Fisher. 

Te empiezan a dar igual cosas que antes te importaban

Según Fisher, la fatiga por compasión puede hacer que las personas eviten situaciones que normalmente les harían sentir estrés o incluso compasión.

Como ya han sobrepasado el límite de lo que pueden soportar emocionalmente, no quieren ponerse en otra situación que les genere más estrés. En consecuencia, pueden desconectarse de sus círculos sociales y perder el contacto con las actividades que antes les hacían felices. 

Indiferencia o complacencia

Con el tiempo, esta desvinculación puede convertirse en complacencia. Las personas llegan a insensibilizarse ante los acontecimientos negativos y pierden la capacidad de sentir empatía. Empiezan a mostrar una respuesta más apagada ante el estrés y, la larga, pueden cerrarse por completo emocionalmente.

“Lo que nos preocupa a veces es que la gente se vuelva tan complaciente que se aleje de todos los problemas en general”, explica Fisher. 

Cómo gestionar la fatiga por compasión

Stern recomienda, en primer lugar, identificar dónde te sientes fatigado, ya sea en el trabajo, en casa, en tu vida social o con el sueño y la alimentación. Fíjate en qué aspectos de tu vida pueden estar contribuyendo a la fatiga. Concéntrate en las cosas pequeñas que puedes controlar, aconseja Stern. Empieza por ahí y, si eso te ha ayudado, sigue con cambios mayores.

Aunque es importante ser conscientes de lo que ocurre en el mundo, una exposición excesiva puede ser más perjudicial que útil. En algunos casos, puede conducir al resultado opuesto, y mucha gente se desentiende del problema, según Fisher. “Es importante limitar la cantidad de información a la que nos exponemos”, afirma Fisher.

El autocuidado también es fundamental e incluye cosas como acudir a tu círculo de apoyo, hacer ejercicio, descansar y cuidar de tu salud física.

Fisher recomienda abordar la recuperación como si se tratara de un cambio de estilo de vida. “Hay que mantener un cierto nivel de bienestar y un cierto nivel de autocomprensión de la salud emocional para saber cuánto puedes asumir o no, y cuándo puede asumir más”, expone Fisher.

Si eres capaz de hacer cambios en tu estilo de vida y ajustar los factores que han estado provocándote fatiga por compasión, probablemente te recuperarás antes, añade Stern.

Hace falta tiempo para recuperarte de la fatiga por compasión: un par de semanas o un par de meses haciendo las cosas bien, según Stern. Si pruebas estas cosas y la fatiga persiste o empeora, es mejor que hables con un psicólogo que pueda evaluar si estás sufriendo fatiga por compasión o quizás un problema más serio.

Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.