Las autolesiones crecen entre los adolescentes: a qué se debe y cómo actuar
Según datos de la Fundación ANAR, se han multiplicado por 56 en los últimos 13 años.
Leer que los profesionales sanitarios y educativos están advirtiendo de un preocupante incremento de las autolesiones, principalmente en menores, pone los pelos de punta, pero verlo plasmado de manera gráfica supone todo un golpe de realidad.
Estas barras representan la evolución de las peticiones de ayuda sobre autolesiones de 2011 a 2021 a la Fundación ANAR. "Las autolesiones se han multiplicado por 56 en los últimos 13 años (con una tasa de crecimiento de +5.514%), pasando de 57 casos atendidos a través de las Líneas de Ayuda en 2009 a 3.200 en 2021”, avisa el informe de esta organización sin ánimo de lucro que ayuda a niños y adolescentes en riesgo.
“En las consultas de pediatría de atención primaria se ha visto un incremento de las enfermedades mentales en niños y, sobre todo, las que más han aumentado han sido las autolesiones, que se dan más en niñas que en niños, sobre todo a partir de 10 o 12 años, y en adolescentes”, constata Concha Sánchez Pina, pediatra y presidenta de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria. Además llama la atención acerca de que en la franja de los 11 a los 16 años es la que más ha repuntado, especialmente en niñas.
"Los niños comentan que estas autolesiones se las producen para aliviarles el sufrimiento, el dolor, la ansiedad que tienen", añade. "La autolesión es un síntoma de que hay un malestar", define Sara Desirée Ruiz, educadora especializada en adolescentes desde hace más de 20 años y autora de Te necesita aunque no lo parezca (Grijalbo) —quien prefiere hablar en femenino y así hemos lo respetado en sus respuestas—.
Según esta experta, para ellos "es una manera de vehicular el dolor": "El dolor físico hace que, muchas veces, se aplaque el dolor emocional". Como avisa, ese alivio es temporal, por lo que "cuando se pasa ese momento fugaz de calma, aparece otra vez el malestar" y con él, la necesidad de volver a infligirse dolor.
En el mismo sentido apunta María José Ochoa, psicóloga de emergencia de la Sociedad Española de Psicología Aplicada a Desastres y de Emergencia (SEPADEM) y miembro del Colegio Profesional de Psicología de Aragón (COPPA), quien señala que van ligadas a "la gestión emocional, a no saber gestionar lo que te pasa, igual que las adicciones, los atracones de comida...".
"Es la forma que tienen para gestionar el estrés, es la única que conocen y tendrán que aprender otras", añade. Sin embargo, afirma que otros adolescentes "no lo hacen para gestionar la intensidad emocional sino para sentirse vivos": "Hay gente que ante un peligro se pone a gritar y otra que se queda congelada. El que grita puede que luego se haga autolesiones para bajar la ansiedad que siente, pero el que se queda congelado también puede hacérselas para sentir que está vivo, para sentir dolor y que no está tan desconectado".
Por otro lado, Rebeca Alcocer, psicóloga en Psicólogos Princesa81 y experta en conducta suicida, aclara que aunque es una conducta "más frecuente en adolescentes, no podemos decir que son solo ellos los que se autolesionan". "Lo que sí podemos decir es que todas las personas que se autolesionan están pasando por un sufrimiento psicológico", añade, además de llamar a desmontar el mito de que la autolesión es una llamada de atención.
Un problema al alza y con la pandemia como telón de fondo
Al igual que sucedió con el cuidado de la salud mental y el aumento de los suicidios, la pandemia ha puesto el foco en las autolesiones entre menores. El motivo es evidente: en 2020 en ANAR observaron un 180% más de autolesiones con respecto a los dos años previos.
Los especialistas coinciden en que el aislamiento, el confinamiento y la covid-19 afectaron notablemente a la salud mental de los niños y adolescentes. "Es un tema tremendo, muy doloroso y que estamos notando, yo al menos y otras colegas, que desde la pandemia hay un aumento de todo esto y es para preocuparse", indica Ruiz.
La situación de crisis que se vivió durante 2020 se suma, tal y como dice Alcocer a una "falta de herramientas psicológicas para hacer frente a las emociones propias de la etapa de la adolescencia". Aunque Alcocer no acaba de verlo con una clara relación causa/efecto sí que cree que se ha visto agravado por lo que supone el aislamiento en una de las mayores etapas de socialización y que "a lo mejor otros estados previos como ansiedad o depresión pudo agravarlos la pandemia".
Sánchez Pina apunta a que desde la atención primaria a nivel mundial se ha visto un aumento global de estas autolesiones como una consecuencia de la ansiedad generada por el aislamiento de estos menores. "La situación de aislamiento, al no poder estar los niños mayores ni los adolescentes con sus amigos y sus pandillas, les ha producido un aumento del estrés, del miedo y de la ansiedad", explica.
Precisamente, la incertidumbre que provocó la covid-19 generó un importante aumento del estrés, la ansiedad y la depresión entre los adultos —según datos del CIS un 64% de la población española desarrolló algún malestar psicológico durante el confinamiento— y evidentemente impactó también a los menores.
"Era una época que los adultos vivimos con mucha angustia y sobre cualquier cosa hacíamos hincapié en que había amenaza. Si yo siento angustia por algo, se la transmito a mis hijos. La pandemia lo que hizo fue enfrentarnos a un mundo en el que no teníamos ningún tipo de control y nos enfrentaba a una posible muerte", señala Ochoa, quien recalca que la pandemia ha puesto de manifiesto "lo poco tratados que estamos para perder el control de las situaciones".
"Solo podemos tener salud mental cuando podemos convivir también con estados de seguridad y confianza. Si nos hacemos desconfiados, del mundo, de nosotros mismos, de los demás... el cerebro se bloquea porque empieza en modo supervivencia, modo estrés, modo ansiedad", enfatiza.
¿Un fenómeno relacionado con el suicidio?
Este aumento de las autolesiones entre los menores se ha producido al mismo tiempo que se han incrementado los intentos de suicidio, pero tal y como recuerdan los especialistas, no son fenómenos siempre relacionados. "No todas las personas que se autolesionan piensan en el suicidio. Existen dos tipos de autolesión: aquellas con finalidad suicida y otras que son como más ese síntoma de sufrimiento y de gestión emocional", apunta Alcocer.
Ochoa va más allá e incluso apunta a que en algunos casos "las autolesiones pueden prevenir el suicidio". "El suicidio sería la máxima forma de una mala gestión del estrés, cuando uno se autolesiona para gestionar lo mal que se siente o por algo que le está ocurriendo está evitando que se llegue al suicidio. Rebajo con esa autolesión esa ansiedad que siento y no doy un paso más, pero también es verdad que uno puede empezar a acostumbrarse o percibir que puede tolerar el dolor", detalla.
"Una de las cosas que frenan el suicidio es el dolor que te va a causar, entonces cuando ves que vas tolerando el dolor te puede acercar a ello", explica. Por este motivo, la especialista cree pueden acabar desembocando en algunos casos en el suicidio porque se “ha calculado mal, por exceso o por intensidad”.
Alcocer recuerda que a la hora de prevenir, los medios de comunicación tienen un papel fundamental y pide que la comunicación "sea responsable" y que ayude a desmontar mitos o quitar el tabú. "Hay que evitar el sensacionalismo: no hablar sobre el método o la forma, hay que respetar esa privacidad", señala.
Señales de alerta y pautas para los padres
Lo que más preocupa a los padres es ser capaces de prevenir que su hijo tenga conductas autolíticas y, si se da el caso, detectarlas a tiempo y saber cómo actuar.
"Normalmente se hacen estas lesiones en zonas que son fácilmente disimulables", explica Ruiz, por lo que hay que prestar atención a "si las vemos muy tapadas con pulseras, si llevan pantalones por debajo de las rodillas, si se niegan a mostrar el cuerpo en determinados momentos, como en la playa o la piscina...". "Tenemos que mirar zonas como muslos, la parte interior de las piernas y los brazos", agrega.
Alcocer coincide en señalar esa discordancia entre la ropa y "la temperatura y temporada". "También, que haya lesiones continuas que no pueden explicarlas de otra forma, que pasen tiempo solos en su habitación o en el baño, que encontremos cosas con las que puedan hacerse daño y, además, material para curarse (gasas, tiritas...)", enumera.
Sánchez Pina aconseja a los padres, además de hablar mucho con sus hijos adolescentes, que "vigilen los antebrazos y los muslos". "Sobre todo si el niño está muy triste, si está siempre encerrado en la habitación, si está haciendo un uso abusivo de las pantallas o del móvil...", recomienda.
Sobre qué hacer cuando se descubre, la educadora es clara: "Lo primero de todo es no dramatizar demasiado cuando aparece, y esto es muy difícil. Con no dramatizar, ¿qué quiero decir? No lanzarnos a ‘¿Pero cómo has podido hacerte esto?’, ‘¿Cómo no lo he podido ver?’... Nos vamos a centrar en la solución, en entender qué es lo que ha motivado que esa persona adolescente se autolesione". El siguiente paso sería buscar ayuda psicológica "inmediatamente", tanto para el menor como para los padres.
Alcocer también recalca la necesidad de esa ayuda profesional, así como hacerle saber al adolescente "que lo que está pasando importa" y "tratarlo más desde la calma que desde la bronca, no tanto regañar, sino desde la calma y sin juzgar".
"No hay que enfocar al menor como ‘eres responsable de esto’ o ‘esto no pasaría si dejaras de hacer estas cosas", según la psicóloga Ochoa, sino que más bien habría que centrarse en qué se puede hacer "para que el entorno sea más saludable", entender qué le está pasando y de dónde viene "tanto sufrimiento" y cómo ayudar de la mejor manera. "Que no sea generando un sentimiento de culpa de ‘deja de hacer eso’, ‘por qué haces eso’, porque el propio menor muchas veces ni entiende qué le está ocurriendo y si encuentra a su lado a un adulto en calma va a ser más fácil", expone.
Qué se puede hacer para prevenir las autolesiones
Para Sara Desirée Ruiz, lo "más importante" de cara a la prevención de estas conductas es "que les pongamos alrededor factores de protección": "No solo teniendo una relación con ellas que sea lo mejor posible, dándoles confianza, escuchándolas y todas estas cosas, sino también permitiéndoles que hagan actividades que les van ayudar a solucionar todo este malestar emocional".
La experta recomienda actividades físicas, no sólo deportes, sino también por ejemplo danza o artes marciales: "Cualquier cosa que implique moverse va a ayudar mucho a regular el malestar, a colocarlo en algún lugar y a sacarlo de forma más saludable". "Al final, malestar vamos a tener siempre durante nuestra vida en algunos momentos y tenemos que desarrollar formas de calmarlo que no nos hagan daño", reflexiona.
La psicóloga Rebeca Alcocer menciona sobre todo "mucho conocimiento: saber que puede ocurrir". Pone en valor la formación, además de a la población en general, a profesionales de los centros educativos, puesto que "pueden detectar mucho este problema".
En ese sentido, la también psicóloga María José Ochoa, recuerda que "en los centros escolares lo que dicen es que hay muchísimos casos de autolesiones" y que en muchos casos "tampoco saben qué hacer, sólo saben que no dejan de aumentar". Como menciona, en algunas comunidades, como Aragón, sí hay planes de prevención del suicidio, pero no ocurre lo mismo con las autolesiones. "No se contabilizan y no se activa nada", lamenta.
Esa formación también sería clave en el sector de la salud. "Es muy importante para los niños y adolescentes tener profesionales muy bien entrenados en pediatría y salud mental en atención primaria. Pediatras de primer nivel que conocen a la familia y pueden detectar si pasa algo", resalta la pediatra Concha Sánchez Pina.
Autolesiones en tiempos de las redes sociales y retos virales
Los preadolescentes y adolescentes de ahora viven con un elemento con el que no coexistieron generaciones pasadas: los teléfonos móviles y las redes sociales. Por sí solas éstas no son ni malas ni buenas, todo depende del uso que se les dé. "A veces sirven para tener una comunidad de iguales y entre todos comunicarse, que puede ser de apoyo y de ánimo, pero es cierto que la digitalización lo que ha hecho es acelerar todavía más esta vida tan loca", subraya Ochoa.
La psicóloga anima a reflexionar sobre su impacto en nuestro "funcionamiento mental": "No es lo mismo un cerebro que puede estar en calma y pasa a la actividad que un cerebro que está siempre en beats altos de actividad". Como expone, las "redes sociales lo que producen es un cerebro en constante estímulo de actividad y el cerebro para que funcione bien tiene que alternar actividad y calma. Si no, se nos va completamente, dejas de ser dueño de tu cerebro. Por eso cada vez hay más personas hiperactivas, estresadas y que les incomoda la calma".
"Hay muchos chavalines que no saben relajarse, que les pides hacer un ejercicio de relajación y se ponen nerviosos" debido a esa alta activación, pone como ejemplo.
En otras ocasiones las redes sociales han servido de altavoz a peligrosos retos virales que consisten en causarse un daño o demostrar que se puede soportar un dolor un tiempo determinado. Sin ir más lejos, hace unos días se popularizó uno a través de TikTok que copó innumerables titulares. En esos casos, Rebeca Alcocer recomienda informar desde la óptica de la prevención —"esto puede pasar si hay un sufrimiento psicológico, un malestar"— y ofrecer recursos de ayuda, pero no dar relevancia al método "para no potenciar esa parte del reto".
Si tú o alguna persona de tu entorno tiene pensamientos o conductas autolíticas, puedes encontrar ayuda en organizaciones como ANAR, que dispone de un teléfono y chat de para niños y adolescentes: 900 20 20 10