Sonsoles Ónega: "Las escritoras sufrimos más, porque tener hijos y una carga profesional es durísimo"
La presentadora de 'Y ahora Sonsoles' en Antena 3 es la ganadora del Premio Planeta por la novela 'Las hijas de la criada'.
Profesionalmente, la suerte le sonríe a Sonsoles Ónega. La periodista se ha consolidado como apuesta segura en la televisión, donde es líder de audiencia de la tarde con su programa Y ahora Sonsoles, y este domingo recibía el Premio Planeta por la novela por Las hijas de la criada, su séptima novela.
Seguramente para ella no haya mejor recompensa a los difíciles años que ha vivido: "No es la guinda a un año, es la guinda a muchos años de trabajo. Han sido tres años de trabajo esforzado, como todos los que escribimos", puntualizaba la presentadora en la rueda de prensa posterior. Asegura que es una novela que ha escrito en los camerinos, durante los fines de semana y en los veranos con sus hijos. A ellos les dedica el libro, a sus hijos y a los hijos de las escritoras y a las escritoras que son madres porque "sufrimos más, porque tener hijos y una carga profesional es durísimo".
"Si yo tengo una pena es ser escritora a tiempo parcial porque no le puedo dedicar todo el tiempo que quiero, ya me gustaría. Alguien tiene que sacrificarse, y no solo yo, también ellos", explicaba solo unos minutos después de recibir el galardón y sin poder haber hablado todavía con sus hijos. Lo de contarles qué había ganado su madre tuvo que esperar toda la noche pues la agenda de Sonsoles se fue complicando por momentos, pero aún pudo sentarse a charlar unos minutos con El HuffPost.
Dices que no podrías vivir sin escribir. ¿Siempre quisiste ser escritora, Sonsoles?
Sí, sí, siempre he querido escribir. Lo de ser escritora... Cuando me lo preguntan, me queda grande porque no le dedico el 100% de mi tiempo. Esta es una pena que yo arrastro. Probablemente haya algo de falta de valentía en ello, pero no solo. Yo he sido y soy muy feliz siendo periodista, he gozado la calle durante un montón de años, disfruto muchísimo y el poder hacer las dos cosas, escribir y hacer periodismo, me parece un privilegio impagable. Yo siempre he querido escribir y no sabía a dónde podía a llegar. Cuando era joven, como el finalista —refiriéndose a Alfonso Goizueta—, pensaba que cuando publicara mi primera novela me dedicaría a escribir, porque pensaba que esa era la condición para dedicarse a escribir. Y te das cuenta de que no, ni con la primera, ni con la segunda, ni con la tercera... Esta es la séptima.
Has contado que te has presentado a todos los premios habidos y por haber...
Antiguamente había una guía de premios literarios que salía cada año y yo iba seleccionando a cuáles de relatos y novela corta me iba a presentar y a cuáles no. Mi primera novela Calle Habana, esquina Obispo ganó un premio de una editorial asturiana pequeñita, creo que se llamaba Letras de novela corta. Imagínate que cuando gané ese premio yo pensaba que ya estaba hecho: ¿qué más hay que hacer para dedicarte a escribir? Luego te das cuenta de que el mundo editorial es muy complicado. Yo no tengo agente literario, pero durante un tiempo sí lo tuve con una de mis novelas Encuentros en Bonaval y recuerdo que la persona de la agencia me recordaba con pena que no habíamos cubierto un adelanto de 3.000 euros. ¿Habíamos vendido 700-800 ejemplares? Vender un libro, ganarte la confianza de un lector es una cosa muy complicada y es muy fácil perderla. En eso se parece mucho a la tele. Ganar y seducir a los espectadores y a los lectores cada día es muy difícil. Siempre piensas que con la siguiente novela no les vas a gustar o les vas a decepcionar o les vas a defraudar y dejarán de leerte. El creador está siempre expuesto.
Lo he dicho antes, yo busco la voz, la voz, voz, la voz.. Que no es la voz propia, sino que sea una voz reconocible para el lector. ¿Por qué nos gusta, si es que nos gusta, Botero? ¿Por qué nos gusta Antonio López? Porque tienen un universo, un universo que se reconoce y ser reconocible para mí era una obsesión. Por eso, cuando antes terminaba y decía ‘voy a hacer otra cosa que no tenga nada que ver’. ¡Qué chorrada, si no hay nada más bonito que tener un universo al que le lector quiera venir porque encuentre paz, consuelo, risas o compañía!
Respecto a la novela, es una novela histórica pero también de amor. ¿Eso ya forma parte de tu estilo, de tu sustrato literario?
Es una novela parecida a anteriores de las que he hecho y en las que se impone el destino: la mala suerte que tiene la hija de la señora de ser intercambiada en una cuna por una criada que necesita vengar esa preñez o ese embarazo. Eso es destino, mala suerte. Yo creo en el destino y en que las cosas que pasan nunca pasan porque sí, siempre pasan por algo. Las hijas de la criada ha tenido mucho sufrimiento durante los años que lo he estado escribiendo, y no me quiero victimizar, pero han sido años difíciles profesionalmente, de mucho cambio y la tentación de darme un respiro siempre ha estado así. Pero no, decía ‘sigue, sigue, sigue’ porque es donde yo estoy más feliz y soy más yo. Esta novela, quienes me conocen en Telecinco lo saben, se escribía entre Ya es mediodía y Ya son las ocho en el camerino. Ha sido extenuante, pero... Antes me preguntaban si podía vivir sin escribir. No. ¿Y sin la tele? Pues igual sí. La tele no puede sepultar mi carrera literaria. En estos años podía dejar de escribir y por eso esta noche pensaba, 'joder, qué hubiese pasado si lo hubiese dejado'.
En la tele eres líder en tu franja horaria y en la escritura el Planeta ha llegado para elevarte literariamente. ¿Estás en tu mejor momento?
Ya viví con el Lara —lo ganó en 2017 con Después del amor— lo que supone un premio. Y si ya el Lara me pareció que era un espaldarazo a mi carrera literaria, el Planeta lo es como la copa de un pino... Espero aprovecharlo a tope para apuntalar mi carrera literaria.
De nuevo la mujer es protagonista de una de tus historias. ¿A quién rescatas ahora del olvido?
Durante el tiempo de documentación de esta novela, sin buscarlo, me encontré con que la mujer de la industria gallega del mar no había sido justamente tratada ni reconocida, y seguramente eran las que mandaban en las fábricas, pero no consta en ningún lado. Sé que el Museo de la Conserva gallego está haciendo el esfuerzo por desempolvar y desenterrar a todas esas mujeres que no constan en ningún lado, pero a lo mejor eran las que mandaban y eso disparó los personajes de doña Inés y luego de Clara, sin que fuera el punto de partida. Yo no dije: 'Voy a hacer una novela muy épica en reconocimiento de las mujeres gallegas'. No, no; me lo encontré. Yo quería escribir la historia de dos niñas intercambiadas en una cuna, a partir de una noticia —dos bebés fueron cambiadas en un hospital de Logroño en 2002— y me encontré con eso, que es una textura maravillosa. Me hacía mucha ilusión que, si el mar no había tenido a su patrona, en esta novela la tiene en La Deslumbrante, como se llama la conservera, donde hace una escuela de mujeres y les dice cosas tan básicas como: ‘Si no quieres parir, no tienes que parir’ o ‘Rebajad el vino con agua, que luego pasa lo que pasa’. Además del sufrimiento y todo eso que ha supuesto, he disfrutado muchísimo de escribir este libro y los personajes me han acompañado y me acompañan todo el rato".